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Hiyab: La sumisión a Dios en la mira (parte 3 de 7)

Hiyab: La sumisión a Dios en la mira (parte 3 de 7)

Por lo tanto, el sometimiento a Al-lah es un estado de completa sumisión y humildad hacia Él. El verdadero siervo (‘abd) o adorador de Al-lah se somete a Él por amor a su Creador y Dueño. Como resumió Ibn Taimia:
“Quien se somete a alguien con odio no lo está adorando. Y quien ama a alguien sin someterse tampoco lo está adorando; esto es como un hombre que ama a su hijo y a sus amigos. Por lo tanto, ni el amor ni la sumisión son suficientes para adorar a Al-lah. Al-lah debe ser el más amado por el siervo y Él debe ser el más grande de todos ante sus ojos. Nada merece el amor y la sumisión completos excepto Al-lah. Y si algo es enaltecido sin que sea por orden de Al-lah, su glorificación es rechazada”.
La esencia misma de la aceptación de la Unicidad de Al-lah (Tawhid) significa reconocerlo y adorarlo como el único merecedor de ser adorado.
{No envié en el pasado a ningún Mensajero, excepto que recibiera la misma revelación que tú: “Nada ni nadie merece ser adorado excepto Yo, ¡Adórenme solo a Mí!”} [Corán 21:25]
Cada Profeta de Al-lah fue enviado con la misión de invitar a este Tawhid. Ellos fueron los modelos más nobles y dignos para la humanidad, que personificaron y perfeccionaron el papel y el estatus de ‘abd (siervo) para que lo imitemos. El propio Profeta Muhammad es referido por Al-lah con este título tan honorable y querido de ‘abd (siervo), enfatizando su cercanía a Al-lah: {Glorificado sea Quien transportó a Su siervo durante la noche, desde la mezquita sagrada a la mezquita lejana cuyos alrededores bendije, para mostrarle algunos de Mis signos. Él todo lo oye, todo lo ve} [Corán 17:1] (ver también 53:10, 72:19 y 2:23). Asimismo, toda la creación y, por lo tanto, también cada uno de nosotros es un ‘abd (siervo) de Al-lah, como se afirma a lo largo del Corán. Al-lah nos invita con frecuencia a reflexionar sobre nuestro entorno y nos recuerda que todo en el universo, toda la naturaleza, incluida la propia composición de nuestros cuerpos, hasta el nivel más microscópico, cumple su propósito en un estado de sumisión perpetua a Al-lah: {Lo glorifican los siete cielos, la Tierra y todo cuanto hay en ellos. No existe nada que no Lo glorifique con alabanzas, aunque ustedes no puedan percibir sus glorificaciones. Él es Magnánimo, Perdonador} [Corán 17:44] (ver también 22:18 y 16:48-49). Él es el Creador, el Señor y el Dueño del Día del Juicio, al que todos y cada uno de nosotros volveremos −ya sea que elijamos someter completamente nuestro libre albedrío e intelecto dado por Dios a Él, o no−. Como señala Ibn Taimia, el ‘abd (siervo), por definición, es “aquel que está sometido, independientemente de si admite o niega esa condición, es un significado que abarca tanto al creyente como al no creyente”. Por lo tanto, es la voluntad y el esfuerzo sincero de uno para someterse de todo corazón a Al-lah lo que ennoblece y distingue al verdadero ‘abd (siervo) de todos los demás. Ibn Taimia explica nuestra necesidad fundamental de obediencia a Al-lah como medio para evitar el daño, comparándola con nuestra alimentación para evitar el hambre o nuestro uso de ropa extra para protegernos del frío. Solo entonces podemos empezar a apreciar la esperanza y el potencial de la verdadera sumisión en cada individuo, y el amor y la misericordia de Al-lah hacia nosotros al dirigirse a toda la humanidad como Su ‘ibad (plural de ‘abd): {Di: "¡Oh, siervos míos que están sumidos en el pecado [perjudicándose a sí mismos]! No desesperen de la misericordia de Dios. Dios tiene poder para perdonar todos los pecados. Él es el Perdonador, el Misericordioso"} [Corán 39:53].
La sumisión a Al-lah es el pináculo de la existencia humana, mientras que someterse a cualquier otro (shirk) conduce inevitablemente a la opresión (dhulm) de uno mismo o de los demás: {[Recuerda] cuando Luqmán exhortó a su hijo diciéndole: "¡Oh, hijito! No dediques actos de adoración a otro que Dios, pues la idolatría es una gran injusticia"} [Corán 31:13] (ver también 39:29 y 16:75-76). Después de todo, ¿quién de la creación puede ser más justo, misericordioso y autosuficiente que el Creador? Por lo tanto, el siervo de Al-lah (‘abdul-lah) no está sometido a ningún otro, ni a sus ideologías, estándares o valores, ni a sus propios caprichos o deseos. Al esforzarse por alcanzar este noble estatus, uno es bendecido con un sentido verdadero, más profundo y duradero de liberación y empoderamiento para vivir la mejor versión de uno mismo, para darse cuenta de la dignidad y el estatus ante Al-lah y, a su vez, el respeto de los demás, y para alcanzar el éxito en este mundo y el otro. Esta es una realización crucial en el contexto del hiyab, y que desmantela de manera efectiva las dudas y los conceptos erróneos. Conectar el hiyab con la sumisión a Al-lah no solo deja en claro por qué se debe observar, de qué manera se debe observar y para quién, sino que también fortalece la fe, el propósito y la confianza en sí mismo, con los que se logra superar cualquier desafío y lucha personal que se pueda encontrar en este sentido.
Qué mejor ejemplo para admirar que el de Mariam (María), la madre de ‘Isa (Jesús), quien es reconocida por su sumisión y piedad. Ella es la mejor entre todas las mujeres de todos los tiempos , honrada y admirada en todo el mundo por la sinceridad y la fuerza de su fe frente al tremendo desafío a través de su sometimiento a Al-lah, ¡y su manifestación en su renombrada modestia! El Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él dijo: “La mejor mujer (de su tiempo) fue Jadiya, y la mejor mujer (de su tiempo) fue María” (Musnad Aḥmad) (ver también Corán 3:37, 3:42-43 y 19:16-33).
La misma base de sumisión constituyó la creencia fundamental que se inculcó a los primeros musulmanes en La Meca. Es importante señalar que los primeros versículos del Corán revelados durante estos primeros trece años en la Meca se centraban en gran medida en el Tawhid, en el conocimiento de Al-lah y en el fortalecimiento de la fe y la sumisión, mucho antes de que la mayor parte de la legislación, incluido el mandato del hiyab, se revelara en Medina. Sin duda, la sabiduría detrás de esto, que sigue siendo válida en nuestros tiempos, es la necesidad de fortalecer primero la convicción y la certeza en la fe como la base sobre la que se construye la sumisión y la obediencia a Al-lah, ya sea en el contexto de facilitar la sinceridad, la coherencia y la facilidad en la oración, el ayuno, la caridad o la observancia del hiyab. Esto inculcará confianza y fuerza para superar los desafíos de cualquier presión personal o social. Por lo tanto, en el contexto del hiyab, es en la base de la sumisión a Al-lah que uno puede transitar con éxito a través de toda la falsa propaganda, los conceptos erróneos, las dificultades y las normas y valores sociales fugaces en relación con el papel de la mujer, la belleza y la imagen de sí misma, manteniéndose fiel a su propósito como ‘abd (sierva) de Al-lah. Solo entonces uno descubrirá su verdadera belleza interior y la satisfacción de alcanzar su pleno potencial, mucho más allá de todos los estándares mundanos.
 

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