El ambiente social árabe en el que apareció la Da`wah (divulgación del Islam)
28/01/2009| IslamWeb
El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, fue enviado en un período en el cual la humanidad estaba dominada por la incredulidad, el extravío y la degeneración. Las investigaciones históricas hechas sobre la Península Arábiga así lo confirman. En este artículo vamos a detenernos en algunas partes concernientes al ambiente social donde empezó la prédica del Islam.
La Meca está situada en un valle; las montañas la rodean por todos lados; pues, al este, se extiende la montaña de Abu Qabis, y al oeste, está la montaña Qu`ayqi`an.
Ambas montañas, que se extienden en forma de media luna, rodean los edificios de la Meca. La parte baja de la valle, es conocida como "Al Bat-ha’ " y en ella está situada la Ka`bah, y la rodean las casas de los Quraish más poderosos. Mientras que, la parte elevada, es conocida como "Al Mu`al-lah".
En los extremos de la media luna, hay unas tiendas humildes, son el hogar de los llamados “Quraish Adh-Dhawahir", que son unos beduinos pobres y dedicados a la guerra, pero se diferencian de los "Quraish Al Bitah" (los del centro bajo) porque son de menor civilización, riqueza y prestigio. Los lazos de parentesco entre Quraish y Kinanah – puesto que Quraish pertenece a la tribu de Kinanah que vive cerca de la Meca- daban a la Meca una gran posición estratégica. El vínculo del linaje se intensificó también por las alianzas.
Los etíopes, que vivían muy cerca de la Meca, eran también aliados de Quraish, se los utilizaba en la custodia de los convoyes Mecanos.
Las alianzas continuaron hasta incluir a las tribus que estaban en las rutas comerciales de Quraish, esto es hacia Ash-Sham, Iraq y Yemen.
La economía del comercio necesita seguridad, Quraish utilizaba una política de paciencia y sutileza, y no la fuerza para conseguir sus fines comerciales y la seguridad de sus rutas internacionales.
Quraish, antes de la llegada del Islam, no libró ninguna guerra, salvo la de "los cuatro libertinos" que consistió en pequeñas batallas y escaramuzas.
El Mensajero, sallallahu ‘alayhi wa sallam, presenció el último de estos enfrentamientos, el “cuarto de los libertinos”, a la edad de veinte años.
En esos conflictos,
Quraish no logró la victoria contra los beduinos. Sin embargo, algo ayudó a Quraish a conseguir su anhelada seguridad: el hecho de que los peregrinos de todas las tribus árabes del medio oriente venían como peregrinos para adorar a sus ídolos, que sumaban trescientos sesenta dioses y estaban dentro y alrededor de la Ka’bah.
La gente de prestigio (Al Mala’) era muy conservadora en cuanto a las creencias, las costumbres y las tradiciones de los ancestros. Esto lo hacían para asegurar sus derechos heredados, sus rangos sociales y sus intereses económicos. Todo esto se logra cuidando de la observancia de los ritos ancestrales y la unidad de la gente de Meca.
Esto explica su fuerte resistencia cuando apareció el Islam; pues, vieron en ello una amenaza para la unión de Quraish; también, se molestaron mucho por el hecho que los musulmanes emigraran a Etiopía y luego a Medina.
Qusai (un líder de los quraishíes), sus hijos y sus nietos, realizaron obras importantes que llevaron la prosperidad a la Meca, y al mismo tiempo, destacaron sus propios rangos, sus méritos y reforzaron sus atribuciones. Fue Qusai quien reunió a Quraish y les dio seguridad en la Meca y mejoró mucho sus asuntos. Sus hijos tomaron las riendas del poder después de su muerte, repartiéndose las principales responsabilidades, como dar de comer y beber a los peregrinos, custodiar la Ka’bah y sus ídolos, organizar el ejército y administrar la asamblea de la tribu (An-Nadwah).
Hashim , hijo de‘Abd Manaf y nieto de Qusai, logró concretar el importante pacto de “Al ´Ilaf” (que es un compromiso de parte del César bizantino y las demás tribus árabes ante Hashim de que no obstaculizarán a Quraish en sus viajes comerciales) extendiendo así el ámbito del comercio Mecano, haciéndolo salir de los límites locales hacia los internacionales.
Y también fue Hashim quien excavó varios pozos para dar de beber a Quraish y a los peregrinos a la vez.
Al Muttalib, el hermano de Hashim, fue conocido por la devoción y el ascetismo; ordenaba evitar la injusticia y la tiranía, e incitaba a las más nobles virtudes. ‘Abd Al Muttalib ibn Hashim, fue conocido como "el profuso" por su abundante generosidad y como Shaibat Al Hamd "la canas de la alabanza" porque la gente lo alababa mucho. También, llegó a ser famoso por la excavación de Zamzam, que llenó de agua los demás pozos de la Meca.
Antes de su excavación, los hijos de Qusai solían traer el agua de unos pozos situados fuera de la Meca. ‘Abd Al Muttalib no era el hombre más rico de Quraish ni el único líder de la Meca; pero su relación con los asuntos de la Casa Sagrada y el servicio de los peregrinos, le permitieron ser una de las personalidades más notables de Meca. Además, él fue quien se enfrentó a Abrahah, cuando este último invadió la Meca.
Antes de la llegada del Islam, Abu Talib ibn ‘Abd Al Muttalib, se encargó de Al-Rifadah y Al-Siqayah (la alimentación y la bebida de los peregrinos) pero no tenía dinero para gastarlo en este fin, entonces, cogió un préstamo de su hermano Al ‘Abbas ibn ‘Abd Al Muttalib que consistió en diez mil dirhams y los gastó en tal causa. Cuando no pudo devolver el dinero prestado a su hermano, renunció al cargo y se lo entregó a Al ‘Abbas. Así, la familia del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, gozaba de una posición especial en la Meca cuando apareció el Islam, a pesar de que no eran muy ricos, y probablemente no llegaban ni al promedio de riqueza entre los comerciantes de la Meca.
La fuente más verídica que aclara las creencias de Al Yahiliah, es el Noble Corán, a través de su debate religioso con los asociadores y de la refutación de sus creencias. Al-lah, Exaltado Sea, Ha clarificado en el Corán que los árabes politeístas adoraban a unos ídolos con el fin de que les acercaran a Al-lah sutilmente y para que intercedieran en el favor de ellos ante Él.
Además, su carácter conservador les impidió ser críticos con sus legados religiosos, basarse en el arbitrio de la razón y utilizar la evidencia correcta. La desviación en la creencia fue seguida por la desviación en la adoración, en la conducta, en los ritos y en las leyes. Así pues, en los ritos de la peregrinación fueron introducidos algunos ritos paganos, ya que pusieron los ídolos encima de la Ka`bah, y a veces, efectuaban At-Tawaf alrededor de ella, completamente desnudos. Además, Quraish no se dirigía a ‘Arafat para la estadía, sino que permanecían en Muzdalifah, a diferencia del resto de la gente.
De esta manera, innovaron y legislaron lo que Al-lah no Había Permitido, pretendiendo seguir la ley de Ibrahim (Abraham), la paz sea con él.
El concepto de Al-lah que tenían en sus creencias era incompleto y distorsionado; ya que, se desviaban de la verdad en cuanto a Sus Nombres y Atributos, negaban algunos de Sus verdaderos Atributos y, a la vez, Le llamaban con nombres desconocidos o con algo que aludía a un significado inapropiado con Su divinidad. Le atribuían imperfecciones como tener hijos y necesidades, alegaron que los Ángeles fueran Sus hijas, Glorificado Sea, y que los genios fueran Sus socios, negaron el destino y lo utilizaron como argumento contra Al-lah, El Exaltado.
Entre sus creencias estaba negar la Resurrección de las almas, pues, ellos creían que la adoración de los ídolos y su acercamiento a ellos mediante los sacrificios y los votos, no eran para la salvación del alma en la Última Vida, sino para obtener sus necesidades de la vida terrenal, como el aumento de su fortuna, la protección del mal y del perjuicio en esta vida; todo esto porque no reconocían la existencia de la Última Vida. Y entre la inmensa mayoría de los que negaban la Resurrección, se excluyen a algunos que sí la afirmaban.
En resumen; antes del cumplimiento e inicio de la profecía de Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam,la situación de la gente era pésima hasta tal punto que no se puede describir.
Fue en ese entonces que Al-lah, Exaltado Sea, trajo a la gente el bien del Islam. Quien lo acepte, vivirá bien en esta vida y en la Última; mientras que quien lo rechace, será infeliz, ya sea en la vida terrenal o en la Última.