La vida es impredecible. Pero siempre pensé que podía predecir lo que iba a pasar luego. Esto fue hace solo 6 días. Estaba conduciendo a casa con mis amigos, Malik y Omar. Era la noche de Halloween. Habíamos visto la película Saw 3 en el cine recientemente renovado en el paseo de la calle 3 en Santa Mónica, California. Eran las 11:46 p.m. cuando miré el reloj y me di cuenta de que no había rezado el ‘Isha, pero no dije nada para no arruinar la “buena onda”. Solo 3 horas antes había retrasado el ‘Isha hasta después de la película, ahora me estaba quedando sin tiempo.
Viví solo 26 años. Siempre imaginé que viviría largo tiempo. Por lo menos hasta los 60 años. Simplemente no me imaginaba que tendría esa repentina e inesperada muerte. Me había graduado de la universidad de California del sur 3 años antes, con un título que ahora no significa absolutamente nada. Poco tiempo después, conseguí un trabajo como director de marketing de una importante compañía de ropa. Además de los usuales problemas de la vida, yo vivía una vida normal. Mi novia de 4 años estaba comenzando a presionarme para que viviéramos juntos. Sabía que se suponía que no debía tener una novia en primer lugar, pero disfrutaba su compañía y amistad. No estaba dispuesto a renunciar a eso. Siempre solía decirme a mí mismo que eventualmente me casaría con ella. Además, ¿qué significarían esos cuantos años de vivir una vida pecaminosa para cuando fuera viejo? Mi trabajo, mi novia, mis amigos de toda la vida ocupaban la mayor parte de mi tiempo. Parecía que nunca tenía tiempo para hacer el Salat. Incluso, rara vez tenía tiempo para sentarme a comer. Hacer el Salat era algo que constantemente me molestaba. Cuanto más posponía mi Salat, más me molestaba. Hice un esfuerzo para ser constante en mi Salat, pero durante los últimos dos años de mi vida me di por vencido. Casi dejé de hacer el Salat completamente.
No llegué a casa a tiempo para hacer el Salah aquel día. Saw 3 era un paseo por un jardín de rosas comparado con lo que estaba a punto de experimentar. Estaba yendo a 85 en la autopista 10 a las 12 de la media noche. 85 millas por hora no se considera exceso de velocidad. Omar buscaba en las estaciones de radio alguna canción que le gustara. Malik se había quedado dormido en el asiento trasero. Yo también comencé a quedarme dormido. Solía odiar cuando eso pasaba. Me venció el sueño por 10 segundos. Traté de mantener mis ojos abiertos, pero nuevamente el sueño me ganó. Omar gritó: “¡Hey!”… fue demasiado tarde. El carro chocó contra el divisor del centro y regresó al flujo del tráfico. Un carro que venía chocó mi puerta. Ese carro también fue golpeado por otro. Finalmente nos detuvimos en algún lugar en medio de la autopista, a unos cien metros del lugar de la colisión. No sentí ningún dolor. Solo estaba mareado. Escuchaba a Omar y a Malik gimiendo mientras una buenas personas trataban de sacarnos de en medio de los destrozos.
No fui rescatado hasta que los bomberos llegaron. Fue una difícil tarea recuperar mi cuerpo maltrecho de mi carro completamente destruido. La respiración se volvió difícil. Los bomberos se reunieron a mi alrededor y frenéticamente aplicaban dispositivo tras dispositivo. “No lo logrará”, escuché decir a uno de ellos. ¿No lo lograré? ¿Cómo? No sentía como si estuviera muriendo, no sentía nada. Mi corazón comenzó a golpear. Estaba empapado en sudor y sangre. Vi a Malik parado cerca de mí con lágrimas en sus ojos. “No me dejes”, me dijo. En ese momento supe que todo había terminado. Comencé a llorar. Los bomberos lo sacaron de allí mientras hacían los últimos intentos por revivirme… Morí. Un ángel vino a mí y sacó mi alma. Lo vi volar lejos con ella sin poder creerlo. “¿Cómo puedes? Ni siquiera tengo 27”, el supliqué. “Es tiempo”, me dijo, y se fue. Dos minutos después pusieron una sábana blanca sobre mí. Omar y Malik aparentemente estaban mejor que yo, quitaron la sábana para verme una última vez. Lloraron mucho. Los había conocido desde que tenía 13 años y nunca había visto a ninguno de ellos llorar. Era un espectáculo deprimente.
Luego comencé a recordar. No sabía que mi memoria era tan buena. Tenía tiempo más que suficiente para reflexionar sobre cómo me estaba esperando mi sepultura. Literalmente recordé cada uno de los Salat que había perdido y las razones por las que los había perdido. La mayoría fue por pereza, por retrasarlo y por negligencia. Sabía que estaba en problemas. Deseaba que se tardaran más tiempo en enterrarme. ¡Fallé! ¡Fallé! ¡Fallé!
El viaje hacia la morgue fue la peor experiencia que había tenido hasta entonces. Estaba solo. Estaba oscuro y frío. Extrañaba a mi madre, a mi hermano, a mi hermana. Deseaba haber pasado esa última noche con mi familia en lugar de con Omar y Malik. Estaba preocupado por lo que haría mi madre cuando me viera en este estado. Estaba horrible. Cuando finalmente llegamos, me pusieron en otra habitación fría con docenas de otras personas muertas. Extrañaba mucho a mi familia. De vez en cuando una familia venía a ver a su muerto. Siempre pensaba que era mi familia, pero no lo era. Pasó hora tras hora y no venía ni mi madre ni mi padre, comencé a llorar otra vez. Luego, de pronto comencé a reconocer voces. Mi padre entró abrazando a mi madre, su rostro cansado por el estrés, el de ella mojado por las lágrimas. Solo se quedaron mirando mis ojos y lloraron. Yo los miré, quería decirles que los amaba, pero no podía. Quería abrazarlos, pero no podía. Mi madre acarició mi pelo ensangrentado y se fue.
Iba a ser enterrado al día siguiente. Cuando mis padres se fueron fue muy duro para mí. ¡No recé el ‘Isha! Mi corazón quería salirse de mi pecho. De debía una oración a Al-lah, no se la había ofrecido. Tenía cientos de Salat perdidos en los últimos dos años. Ahora estaba a punto de enfrentarme con Él. Me sentía impotente. Para ustedes que nunca han experimentado culpa en el momento de la muerte, no hay sentimiento mundanal que se pueda comparar. Es una culpa y angustia a otro nivel. Traté de levantarme para rezar el ‘Isha, pero no puede moverme. Se había terminado. No tenía una segunda oportunidad.
Mi novia fue a visitarme. Ella era un demonio. Cuando estaba con vida yo la veía como un hermoso ángel, mi hermoso ángel que me amaba y haría cualquier cosa para hacerme feliz. Si hubiera podido, la habría maldecido y la habría echado de la morgue. Puso su mano en mi frente. La había dejado hacer eso durante los últimos 4 años. Ahora que no quería que lo hiciera, no podía hacer nada al respecto. El demonio lloró por horas a mi lado. Simplemente no se iba. Me sentía defraudado, sentía como si ella me hubiera jugado una broma durante el último par de años de mi vida. ¡Odiaba a ese demonio! ¡Era horrible! ¡Olía horrible! Por fin se fue. Mientras ella caminaba hacia la puerta, mi corazón se llenó de temor y ansiedad.
El funeral fue sencillo. Mi cuerpo fe lavado. Parecía no importarme que mi cuerpo desnudo estuviera expuesto. Mis preocupaciones superaban por mucho mi deseo de ser modesto. Fui envuelto en tres sábanas blancas. Cerca de 300 personas asistieron a mi funeral. Estaba triste por no ver a mi madre en el funeral. Deseaba que ella viniera a verme una última vez antes de que me enterraran. Nunca había visto tanta gente preocupada por mí. Muchos simplemente miraban con incredulidad mi cuerpo envuelto. Otros lloraban
Mientras me bajaban a la tumba, me di cuenta que no podía usar ninguno de esos “logros”. Si solo me hubiera dedicado de esa forma a hacer el Salat cinco veces al día, estaría en paz en este momento.
La gente rezó por mí. Se hicieron miles de oraciones individuales. Pedían a Al-lah que tuviera misericordia de mí, que me Perdonara. Yo también quería rezar por mí mismo, pero no podía hablar. Estaba indefenso. Fui llevado al agujero en medio del árido desierto. La gente siguió. Todo parecía en cámara lenta. No quería ir. Si hubiera tenido 24 horas extra habría rezado sin parar. Me pusieron en la tierra. La ansiedad me estaba carcomiendo. Con seguridad había tenido una vida equivocada. Recordé todo en lo que me había esforzado mucho para lograr. Gané un título universitario. Tenía un trabajo bien pagado. Me pasaba horas y horas en el gimnasio desde que tenía 16 años para desarrollar mi cuerpo. Tenía una hermosa novia que me amaba. En esa vida, eso era una insignia de honor. Pero mientras ellos me ponían dentro de esta tumba, lo cual parecía que tardaría una eternidad, me di cuenta que ninguno de esos “logros” me servían. Si tan solo hubiera tenido esa dedicación para hacer el Salat cinco veces al día, podría estar en paz ahora. Sin embargo, estoy hecho un manojo de nervios, más allá de lo que todos ustedes pueden comprender.
Cayó tierra en el hoyo. La oscuridad invadió mi nuevo hogar. Las últimas palas de tierra llenaron la tumba. Todos se fueron tristes. El cementerio comenzó a vaciarse. Familia por familia. La mía fue la última en partir. Los asistentes se fueron. Al caer la noche, estaba solo, completamente solo. Mi envoltura estaba empapada de sudor. Yo esperaba muy nervioso que los ángeles vinieran a interrogarme. Finalmente lo hicieron. Aun no ha llegado mi Juicio Final. Ahora estoy esperando por el Día del Juicio. Aun permanezco aquí, solo, día y noche. Pronto me reuniré con Al-lah Mismo y Él Decidirá si me Perdonará o no… solo puedo permanecer aquí, aguardando y con la esperanza de que el Perdonador, el más Misericordioso, me Perdone y no me Castigue. Esto es todo lo que tengo ahora… esperanza.