- Un beduino llegó donde el Mensajero de Al-lah, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, quejándose por la falta de lluvia y las pérdidas que le había generado, pues algunos de sus animales habían muerto y parte de la siembra se había marchitado, además, sus hijos y su familia estaban pasando hambre debido a esa sequía. Le pidió al Enviado de Al-lah, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, que Le pidiera a Al-lah que hiciera bajar la lluvia. El Profeta de Al-lah elevó sus manos al cielo, en el cual no había nube alguna, ni señales de la proximidad de una tormenta, y en ese momento el viento sopló y se comenzaron a formar cúmulos que parecían montañas inmensas y se desató un aguacero que duró una semana, tiempo tras el cual volvió el mismo beduino, pero esta vez le pedía al Profeta que suplicara a Al-lah para que detuviera la lluvia, pues era tan abundante el agua que descendía que se lo estaba llevando todo. El Mensajero de Al-lah suplicó que parara de llover y Él le respondió de inmediato.
Las anteriores muestras de hadices en los que se resalta este fenómeno no son más que una clara evidencia de la veracidad del mensaje y misión que se le confió al Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él. Estos milagros fueron señales definitivas de la posición privilegiada que tenía el Profeta ante Al-lah, ya que Él respondía sus súplicas inmediatamente mientras las hacía, no cuando las finalizaba, y hacía que las nubes se formaran y descendiera la lluvia. Este hecho solo se le concede a un Profeta verdadero y no a uno falso, pues quienes alegan para sí la profecía tienen un final desagradable, tal como Moisés les advirtió a los hechiceros del Faraón: {Moisés les dijo [a los hechiceros]: "¡Ay de ustedes! No inventen mentiras contra Dios, pues los aniquilará con Su castigo: Los que inventan mentiras acerca de Dios serán los perdedores"} [Corán 20:61].
Estas son las lecciones que podemos destacar de todos los relatos anteriores, como lo resaltaron Ibn Hayar y otros eruditos:
- Son una señal de la profecía del Mensajero de Al-lah, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, un testimonio de la veracidad de su misión y mensaje, un testimonio de lo importante que él era para Al-lah y una prueba de que sus súplicas eran respondidas.
- La responsabilidad que tiene un gobernante sobre su gente. Pues todo dirigente debe atender las necesidades de las personas de las que es responsable y buscar las soluciones a los problemas que le presentan.
- El respeto que tenía el Mensajero de Al-lah, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, hacia su Señor, pues cuando Le suplicaba utilizaba las frases adecuadas, esto se veía especialmente cuando Le pedía que detuviera la lluvia, ya que Le rogaba de una manera en la que denotaba la bendición que había recibido con la lluvia que Al-lah hacía descender.
- La licitud de hacer du’a orientándose hacia cualquier dirección diferente a la de la qibla. Sin embargo, es preferible volverse hacia la quibla cuando se hace du’a, excepto cuando se está haciendo la jutba.
- La licitud de levantar las manos cuando se hace du’a solo durante la jutba de la oración de la lluvia, pues en el sermón del viernes no existe registro alguno de que el Profeta hubiera alzado sus manos cuando suplicaba a Al-lah.
- La licitud de hablarle al imam cuando este está haciendo la jutba si hay necesidad de hacerlo, y que este hecho no arruina el sermón y no invalida la oración de quien habla en este caso.
- La licitud de pedirle a la gente piadosa y recta que haga du’a, pues sus súplicas tienen gran posibilidad de que sean escuchadas.
- La gran misericordia de Al-lah para con Sus siervos al responder con la lluvia, porque ellos creyeron sinceramente en Él.
- No se le ruega ayuda a otro que no sea Al-lah, pues vemos que el beduino fue específico al decirle al Profeta que Le pidiera a Al-lah que hiciera descender la lluvia.
Nadie que estudie la Sira del Profeta puede ignorar u obviar los múltiples milagros que Al-lah le concedió a Su Profeta, los cuales ocurrieron en presencia de sus sahabas y demás contemporáneos, en especial los que tienen que ver con la lluvia y la rapidez en la respuesta, hechos que generan en el musulmán la certeza absoluta de que Muhammad fue en realidad un Profeta y Mensajero enviado por Al-lah.
Ibn Taimia dijo: “Es un hecho que a aquel a quien Al-lah le responde sus súplicas es una persona recta y cumplidora de sus deberes religiosos, y que la persona que dice que es un profeta, si es veraz, es la más piadosa de todas −pero si miente al respecto, es la más corrupta y mentirosa de todas−; por lo tanto, si Al-lah le responde la du’a lo hace porque es veraz y correcta, así que la razón nos dicta que debemos aceptar la profecía de alguien así (como el Profeta Muhammad)”.