Así es que leemos sobre Bilal Al Habashi, que Al-lah esté complacido con él, un esclavo de Etiopia que se convirtió en uno de los compañeros más cercanos al Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, y una de las personalidades más prominentes del Islam. Bilal, que Al-lah esté complacido con él, poseía una voz maravillosa y melodiosa, y fue elegido para llamar a los creyentes a la oración en tiempos del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él.
También estaba Zaid Bin Hariza, que Al-lah esté complacido con él, el esclavo a quien el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, adoptó y a quien bendijo con afecto y amor de padre; luego creció y se convirtió en uno de los grandes generales del Islam.
En la historia islámica encontramos dinastías de gente que una vez fueron esclavos, pero luego lograron tener poder y victorias para toda la nación islámica.
Leemos sobre Kafur, un esclavo de Sudan que llegó a ser el líder de Egipto y Siria, y cuyo nombre es sinónimo de liderazgo con sabiduría en el Islam.
También conocemos la historia de Malik Ambar, otro esclavo africano que se volvió un brillante líder y fue uno de los Nawabs (príncipes musulmanes) de la India.
El Islam abrió las puertas de la igualdad social, política y económica a los esclavos y, como resultado, gente que estaba sometida surgieron como Sultanes; y muchas esclavas llegaron a ser favoritas de los gobernantes y madres de herederos al trono. En ocasiones, un esclavo llegó a lo más alto y le temían hombres y mujeres libres y poderosos.
En estos ejemplos podemos ver que ni el linaje ni el color de piel ni el lugar de nacimiento pueden interponerse ante la posibilidad de que alguien llegue a una posición de relevancia o que haga cualquier contribución al mundo islámico. Es por ello que decir que el Islam practicaba la esclavitud sería no comprender (o mal representar) la dinámica de la historia y la naturaleza de la religión.
Algunos convenientemente olvidan que hay una profunda diferencia entre la “esclavitud” que existía en las sociedades islámicas y la imagen de ella que nos llega de las colonias imperiales. Nada podía ser más alejado de lo que se practicaba en estas últimas, cuando los hombres de India y África eran engañados y abducidos para trabajar en campos de caña de azúcar en la India occidental; cuando la más mínima desobediencia resultaba en tortura para el esclavo, atado desnudo en estacas, ¡o con pólvora colocada en el cuerpo para hacerlo estallar solo por diversión!
¿O es que no vemos la esclavitud que aún existe en las “grandes democracias” del mundo, en las cuales generaciones de hombres siguen trabajando la tierra encadenados? Los mandatos islámicos pertinentes a los esclavos en la antigüedad eran más humanos en comparación con la humillación de la esclavitud económica actual –al contrario de los esclavos modernos, aquellos de antaño al menos tenían la esperanza de lograr su libertad–.
Si escarbamos más profundo en el asunto, un sabio islámico contemporáneo, Abu Al-A’la Maududi, que Al-lah lo tenga en Su misericordia, explica que: “El Islam propone la liberación de todo tipo de esclavitud que impida el progreso humano, o que no permita seguir el camino de la virtud y el bien. Esto significa libertad de dictadores que esclavizan a través del miedo o la fuerza, que obligan a la gente a hacer el mal y les roban su dignidad, su honor, su propiedad y su vida. El Islam libera al hombre de tal tiranía reconociendo que la autoridad yace solo en el Creador, solo en Él. Él es el Único Soberano… De esta forma el Islam trae libertad del miedo y la opresión infligidos por sus pares”.
“El Islam también significa el deseo de libertad, incluyendo el deseo de vida, y es esta debilidad del humano la cual intencionalmente o no explotan los tiranos y dictadores, esclavizando a sus compatriotas. Es gracias a la religión que nadie puede aceptar en silencio la servidumbre a otros hombres, o ver pasivamente la tiranía abierta y no atreverse a desafiarla. Es una gran bendición del Islam que le haya enseñado a la gente a luchar contra la tiranía y la opresión con valentía, en vez de quedarse de brazos cruzados en una servidumbre sin esperanza”.
En conclusión, a pesar de que el Islam representa la paz, no lo hace en condiciones humillantes o denigrantes. La paz en el Islam se basa en la dignidad, la libertad, la hermandad y una seguridad duradera, no en la humillación o una incapacitante subyugación a la tiranía, la explotación o la opresión.