El objetivo de este artículo es disipar algunas de las controversias y malas interpretaciones relacionadas con el mandato religioso del hiyab. Se trata de dar a conocer al lector el verdadero propósito del hiyab, con el fin de disipar las numerosas dudas y desafíos a los que se enfrentan las mujeres y niñas musulmanas respecto a esto. El tema se abordará en términos de su aspecto más fundamental, haciendo énfasis en la modestia, y específicamente el hiyab, como un acto de sometimiento a Dios. Una vez que el objetivo primordial del sometimiento se coloca en primer plano y se convierte en la respuesta a cada uno de los porqués y en la lente a través de la cual se enfocan todos los actos de adoración y obediencia a Dios, sirve como base y motivación única, adecuada y atemporal para que en todo creyente se inculque entonces el pudor (ḥaia). En el Islam, el ḥaia es una piedra angular de la fe, expresada interna y externamente, que exige la conciencia y la responsabilidad principalmente ante Dios, con uno mismo y en la conducta externa. Es un mandato religioso que exige la observancia del hiyab a quien comprende la responsabilidad y la rendición de cuentas del sometimiento que le impone Dios, Todopoderoso y Sabio. El creyente se esfuerza intrínsecamente por alcanzar un estatus amado y noble ante Dios, y la recompensa en la otra vida. Esto solo puede lograrse con actos de adoración y obediencia que estén en consonancia con el Corán y la Sunna, y con la práctica de los piadosos predecesores, de quienes tomamos la correcta interpretación de los textos sagrados y la práctica religiosa en su conjunto. A continuación se presenta el fundamento teológico del hiyab en el contexto del sometimiento a Dios. Aunque este documento está dedicado únicamente a este aspecto del hiyab, es importante señalar que el sometimiento a Dios es la base sobre la que se construye el marco general del pudor en el Islam. Por lo tanto, el tema del hiyab en su totalidad se aprecia mejor a la luz de la literatura que lo acompaña sobre los diversos aspectos del ḥaia, tanto para hombres como para mujeres, la interacción entre los géneros y las normas legales específicas del hiyab.
Conoce tu propósito
{¡Oh, seres humanos! Adoren a su Señor que los creó a ustedes y a quienes los precedieron, para que así alcancen el temor devocional de Dios} [Corán 2:21]
Esta es la primera orden divina a la humanidad en la disposición secuencial del Corán. Cuando se le pidió al reconocido erudito del Islam, Ibn Taimia (fallecido en el año 1328), que explicara este versículo, escribió una respuesta exhaustiva sobre la realidad de la adoración o sometimiento a Dios (al ‘ubudia). Explicó que “abarca todo lo que Al-lah ama y aprueba de los dichos y acciones manifiestos y ocultos”. Estos dichos y acciones incluyen todos los actos rituales de adoración legislados que el creyente realiza, así como aquellas acciones dentro del código moral prescrito de sinceridad, veracidad, paciencia, gratitud y buena conducta en todos los aspectos de la vida. El sometimiento se basa en el amor y la obediencia a Al-lah y a Su Mensajero, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, por encima de todo lo demás: {Diles [¡oh, Muhammad!]: "Si sus padres, hijos, hermanos, cónyuges y familiares, los bienes materiales que hayan adquirido, los negocios que teman perder, y las propiedades que posean y les agraden, son más amados para ustedes que Dios, Su Mensajero y la lucha por Su causa, esperen que les sobrevenga el castigo de Dios [que pronto llegará]. Dios no guía a los corruptos} [Corán 9:24]. Se basa en la esperanza en la misericordia de Al-lah y en el temor a Su enojo y castigo, y en volverse hacia Él en señal de arrepentimiento. De hecho, es el propósito mismo de la existencia de uno, como Al-lah afirma: {No he creado a los genios y a los seres humanos sino para que Me adoren} [Corán 51:56].
Por lo tanto, el sometimiento a Al-lah es un estado de completa sumisión y humildad hacia Él. El verdadero siervo (‘abd) o adorador de Al-lah se somete a Él por amor a su Creador y Dueño. Como resumió Ibn Taimia:
“Quien se somete a alguien con odio no lo está adorando. Y quien ama a alguien sin someterse tampoco lo está adorando; esto es como un hombre que ama a su hijo y a sus amigos. Por lo tanto, ni el amor ni la sumisión son suficientes para adorar a Al-lah. Al-lah debe ser el más amado por el siervo y Él debe ser el más grande de todos ante sus ojos. Nada merece el amor y la sumisión completos excepto Al-lah. Y si algo es enaltecido sin que sea por orden de Al-lah, su glorificación es rechazada”.
La esencia misma de la aceptación de la Unicidad de Al-lah (Tawhid) significa reconocerlo y adorarlo como el único merecedor de ser adorado.
{No envié en el pasado a ningún Mensajero, excepto que recibiera la misma revelación que tú: “Nada ni nadie merece ser adorado excepto Yo, ¡Adórenme solo a Mí!”} [Corán 21:25]
Cada Profeta de Al-lah fue enviado con la misión de invitar a este Tawhid. Ellos fueron los modelos más nobles y dignos para la humanidad, que personificaron y perfeccionaron el papel y el estatus de ‘abd (siervo) para que lo imitemos. El propio Profeta Muhammad es referido por Al-lah con este título tan honorable y querido de ‘abd (siervo), enfatizando su cercanía a Al-lah: {Glorificado sea Quien transportó a Su siervo durante la noche, desde la mezquita sagrada a la mezquita lejana cuyos alrededores bendije, para mostrarle algunos de Mis signos. Él todo lo oye, todo lo ve} [Corán 17:1] (ver también 53:10, 72:19 y 2:23). Asimismo, toda la creación y, por lo tanto, también cada uno de nosotros es un ‘abd (siervo) de Al-lah, como se afirma a lo largo del Corán. Al-lah nos invita con frecuencia a reflexionar sobre nuestro entorno y nos recuerda que todo en el universo, toda la naturaleza, incluida la propia composición de nuestros cuerpos, hasta el nivel más microscópico, cumple su propósito en un estado de sumisión perpetua a Al-lah: {Lo glorifican los siete cielos, la Tierra y todo cuanto hay en ellos. No existe nada que no Lo glorifique con alabanzas, aunque ustedes no puedan percibir sus glorificaciones. Él es Magnánimo, Perdonador} [Corán 17:44] (ver también 22:18 y 16:48-49). Él es el Creador, el Señor y el Dueño del Día del Juicio, al que todos y cada uno de nosotros volveremos −ya sea que elijamos someter completamente nuestro libre albedrío e intelecto dado por Dios a Él, o no−. Como señala Ibn Taimia, el ‘abd (siervo), por definición, es “aquel que está sometido, independientemente de si admite o niega esa condición, es un significado que abarca tanto al creyente como al no creyente”. Por lo tanto, es la voluntad y el esfuerzo sincero de uno para someterse de todo corazón a Al-lah lo que ennoblece y distingue al verdadero ‘abd (siervo) de todos los demás. Ibn Taimia explica nuestra necesidad fundamental de obediencia a Al-lah como medio para evitar el daño, comparándola con nuestra alimentación para evitar el hambre o nuestro uso de ropa extra para protegernos del frío. Solo entonces podemos empezar a apreciar la esperanza y el potencial de la verdadera sumisión en cada individuo, y el amor y la misericordia de Al-lah hacia nosotros al dirigirse a toda la humanidad como Su ‘ibad (plural de ‘abd): {Di: "¡Oh, siervos míos que están sumidos en el pecado [perjudicándose a sí mismos]! No desesperen de la misericordia de Dios. Dios tiene poder para perdonar todos los pecados. Él es el Perdonador, el Misericordioso"} [Corán 39:53].
Continúa en la parte 3...