La historia de la calumnia sobre ‘Aa’ishah

24-5-2009 | IslamWeb

Pregunta:

¿Cuál es la historia del Ifk, en la que se difama a ‘Aa’ishah, la esposa del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam?

Respuesta:

Alabado Sea Al-lah, Señor del Universo. Doy testimonio que nada ni nadie merece ser adorado sino Al-lah, y que Muhammad, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, es Su siervo y mensajero.

Lo mejor que podemos mencionar de esta historia, es lo mismo que la víctima de esta falsedad nos relató con detalle en el hadiz trasmitido por Al Bujari en el que ‘Aa’ishah, la hija del gran Imam As-Siddiq (el que acepta la verdad), el Califa del Profeta Muhammad, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, Abu Baker, que Al-lah Esté complacido con ellos dos, dijo: “Cuando el Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, deseaba salir de viaje sorteaba entre sus mujeres y la que salía favorecida lo acompañaba. En una de las expediciones que hizo sorteó entre nosotras, yo salí favorecida y lo acompañé, esto fue después de imponerse el uso del velo. Yo era llevada en el Hawdayy de un camello (son una especie de canastos grandes que se ponían sobre los camellos; eran totalmente cubiertos y cerrados con puertas. En ellos viajaban las mujeres para protegerlas de la inclemencia del clima y el viaje por el desierto) y éste se bajaba mientras yo estaba adentro. Después de que terminó la campaña, el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, emprendió el regreso. Ya acercándonos a Medina, el Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, ordenó que se prosiga la marcha por la noche. Cuando se dio la orden de partida yo me alejé del campamento para hacer mis necesidades. Cuando volvía al campamento para partir me toqué el pecho y me di cuenta que un collar mío de cuentas se había perdido. Volví sobre mis pasos procurando encontrar el collar y eso me retrasó. Mientras tanto, los que cargaban el hawdayy vinieron y lo levantaron sin sentir mi ausencia; lo pusieron sobre el camello en el que viajaba pensando que yo estaba dentro. En esa época las mujeres eran livianas y no pesaban mucho, ya que no comían mucha carne sino que comían un poco de comida; por ello, los que cargaron el hawdayy no se dieron cuenta de mi ausencia cuando lo levantaron y partieron sin mí, pues yo era una jovencita de poca edad (menos de 15 años). Yo encontré mi collar después de que el ejército había partido y al volver al campamento no encontré a nadie. Me quedé en mi lugar pensando que ellos me extrañarían y volverían por mí; mientras esperaba sentada me venció el sueño y me dormí. Safwan bin Al Mu’at-tal Al Sulami Adh-Dhakwani quedó rezagado de la marcha del ejército y al amanecer llegó hasta el lugar donde me encontraba; al ver la silueta de alguien acostado llegó hasta mí; él me había visto antes de que se imponga el velo. Yo me desperté cuando lo oí diciendo: {¡Somos de Al-lah y a él retornaremos!}  [Corán 2:156] (Esta es una frase del Corán que se usa desde esa época para consolarse de una desgracia). Safwuan hizo bajar a su camello y descendió; luego lo inclinó más y poniendo su pierna me hizo subir sobre el camello. Partimos y él caminaba sujetando la brida del camello, hasta que alcanzamos al ejército que había hecho un alto para descansar al mediodía. Entonces, se arruinó quien tenía que arruinarse (algunas personas empezaron a calumniarme acusándome de adulterio), y el que realizaba las acusaciones con más ahínco era ‘Abdul-lah Ibn Ubai Ibn Salul. Cuando llegamos a Medina enfermé durante un mes mientras la gente divulgaba las acusaciones de los calumniadores. Durante mi enfermedad sentí que el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam,  no me estaba prodigando la atención que acostumbraba darme cuando enfermaba; solo entraba, saludaba y decía: “¿Cómo está la chica?” Yo no supe de lo sucedido hasta que  disminuyó mi enfermedad. Salí a hacer mis necesidades con Um Mistah hacia Al Manasi’; salíamos allí solo de noche antes de tener lavatorios cerca de las viviendas, estábamos como los antiguos árabes en el campo o en sus viajes. Mientras caminaba con Umm Mistah  ella tropezó con sus largos vestidos y dijo: “¡Que se arruine Mistah!” Yo le dije: “¡Esta mal lo que dijiste! ¿Acaso maldices a un hombre que luchó en Bader?” Ella dijo: “¡Hey tú! ¿No has oído lo que dicen?”, y me informó sobre las calumnias en mi contra. Eso me enfermó más de lo que ya estaba. Cuando volví a mi habitación el Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, entró, saludó y dijo: “¿Cómo está la chica?” Yo le dije que me permita ir con mis padres; mi intención era confirmar la noticia con ellos. El Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, me lo permitió y fui con mis padres. Pregunté a mi madre: “¡Madre mía! ¿Qué está diciendo la gente?”; ella dijo: “¡Hijita mía! No des mucha importancia a este asunto. ¡Por Al-lah! Ninguna mujer bella que sea amada por un esposo que tiene otras mujeres, se libra de que las mujeres forjen mentiras sobre ella (y su castidad)”. Dije: “¡Glorificado sea Al-lah! ¿Esto mismo es lo que la gente dice?” Y esa noche la pasé llorando y sin conciliar el sueño. A la mañana siguiente, el Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, llamó a ‘Ali Ibn Abi Talib y a Usama Ibn Zaid, que Al-lah Esté complacido con ellos, para consultarles sobre divorciar a su esposa cuando vio que la Revelación no se presentaba. Usama, que Al-lah Esté complacido con él, le aconsejó, guiado por lo que conocía de su buena reputación, y dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Conserva a tu esposa; no sabemos de ella sino cosas buenas. ¡Por Al-lah!” En cambio, ‘Ali, que Al-lah Esté complacido con él, dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Al-lah no te ha restringido nada y hay muchas otras mujeres aparte de ella. Sin embargo, pregúntale a la sirvienta que ella te dirá la verdad”. El Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, llamó a Barirah y le dijo: “¡Barirah! ¿Has visto en ‘A’ishah algo sospechoso?” Barirah dijo: “Nunca he visto algo sospechoso en ella, excepto que es una muchacha muy joven que a veces se duerme y deja que la cabra se coma el grano”.

Ese mismo día el Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, subió al púlpito y pidió que lo ayuden a castigar a ‘Abdul-lah Ibn Ubai Ibn Salul: dijo: “¿Quién me ayudará para castigar a esa persona que me ha dañado calumniando la reputación de mi familia? Pues, ¡por Al-lah!, no sé de mi esposa sino cosas buenas y han acusado también a un hombre del cual no conozco sino cosas buenas y nunca entró a mi casa sin mi compañía”. Sa’d Ibn Mu’adh se levantó y dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Por Al-lah que yo te ayudaré contra él. Si es de la tribu Aws (la tribu de Mu’adh) le cortaremos la cabeza; y si es de nuestros hermanos de Jazrayy, ordénanos y ejecutaremos lo que ordenes”. Entonces, se levantó Sa’d Ibn ‘Ubada, señor de los Jazrayy, que había sido antes un hombre piadoso, pero fue arrastrado por el tribalismo, y dijo: “¡Mientes! ¡Por Al-lah! No lo matarás ni podrías hacerlo”. Entonces se levantó Usaid Ibn Al Hudair y dijo: “¡Juro que mientes! ¡Por Al-lah que lo mataremos! Pues tú eres un hipócrita que defiende a los hipócritas”. El alboroto y la tensión aumentaron y las tribus de Aws y Jazrayy estuvieron a punto de pelear una contra otra frente al Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam,  en el púlpito. El Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, descendió y los calmó hasta que se callaron y él se calló.

Aa’ishah agrega: “Todo ese día lloré; mis lágrimas no dejaban de fluir y no pude conciliar el sueño. A la mañana siguiente mis padres estaban junto a mí; llevaba dos días con sus noches llorando, hasta que pensé que mi hígado reventaría de tanto llorar. Mientras mis padres estaban sentados a mi lado, una mujer de los Ansar pidió pasar y yo se lo permití; entró y se puso a llorar a mi lado. Entonces entró el Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, y se sentó a mi lado; algo que no hacía desde que se dijeron las calumnias sobre mí, y ya había pasado un mes sin que se le revelara nada sobre mí.  Pronunció la Shahadah y dijo: “¡‘Aa’ishah! Me ha llegado sobre ti esto y aquello (el supuesto adulterio con Safwan); si eres inocente Al-lah Demostrará tu inocencia. Y si cometiste un pecado, pues pide perdón a Al-lah y arrepiéntete ante Él; porque si el siervo reconoce su falta y luego se arrepiente ante Al-lah, Al-lah lo Acoge”. Cuando el Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, terminó de hablar cesó completamente mi llanto y dije a mi padre: “Responde al Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, por mí”. El dijo: “¡Por Al-lah! No sé qué decir al Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam”. Dije a mi madre: “responde por mí al Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, sobre lo que dijo”. Ella dijo: “¡Por Al-lah! No sé qué decirle al Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam”. A pesar de ser una niña que no sabía mucho del Corán, yo dije: “Yo, ¡por Al-lah!, sé que vosotros sabéis lo que está diciendo la gente; y que eso ha llegado a vuestro interior y bien adentro lo creéis. Si os digo que soy inocente, y Al-lah Sabe que lo soy, no me creeríais; y si os digo que soy culpable de tal pecado, y Al-lah bien Sabe que soy inocente, me creeríais. ¡Por Al-lah! No encuentro nada como esta situación, excepto cuando el padre de Yusuf (José) dijo: {Tendré paciencia, y a Al-lah es a Quien debo implorar el socorro sobre lo que narráis.} [Corán 12:18]”. Y me di vuelta en mi lecho”.

‘Aa’ishah agregó: “Yo esperaba que Al-lah Demostrara mi inocencia, pero nunca pensé que descendería por mí una revelación que se recite, pues me consideraba muy insignificante como para que el Corán hable de mi asunto. Yo esperaba que el Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, viese en sus sueños una visión a través de la cual Al-lah Demostrase mi inocencia. ¡Por Al-lah! No estuvo mucho tiempo allí sentado, ni salió nadie de la casa, hasta que le bajó la Revelación y se apoderó de él aquel estado que siempre le sobrevenía. Sudó tanto que las gotas de sudor le caían grandes como perlas a pesar de ser un día frío. Cuando se le pasó ese estado, el Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam,  se puso a reír; lo primero que dijo fue: “¡‘A’ishah! ¡Agradece a Al-lah! ¡Pues Él Ha Demostrado tu inocencia!” Mi madre me dijo: “¡Ve con el Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam!” Yo dije: “¡No! ¡Por Al-lah! ¡No iré con él! Y no agradeceré sino a Al-lah”. Entonces Al-lah Reveló: {Ciertamente los que vinieron con la calumnia [en contra de ‘Aa'ishah , la esposa del Profeta Muhammad] son un grupo de vosotros. No penséis [¡Oh, creyentes!] que esto acarreará un mal para vosotros; por el contrario, es un bien [pues evidenciará la inocencia de ‘Aa'ishah]. Cada uno de los que cometieron este pecado recibirá su merecido, y el mayor responsable entre ellos tendrá un severo castigo. Cuando los creyentes y las creyentes oyeron la calumnia deberían haberla considerado como en contra de ellos mismos, y haber dicho: Esto es una mentira evidente. ¿Por qué no presentaron cuatro testigos del hecho? [Sabed que] Para Al-lah, quienes [cuando acusan a alguien] no presentan testigos, son los mentirosos. Y si no fuese por la gracia de Al-lah y Su misericordia sobre vosotros en esta vida y en la otra, habríais sufrido un terrible castigo por lo que dijisteis. Propagasteis la calumnia de boca en boca, repitiendo aquello sobre lo cual realmente no teníais conocimiento, y creísteis que lo que hacíais era leve, pero ante Al-lah es gravísimo. Cuando oísteis la acusación tendríais que haber dicho: No debemos hablar de ello. ¡Glorificado seas Señor! Esto es una gran calumnia. Al-lah os Prohíbe que volváis a cometer semejante falta, si es que sois creyentes. Y Al-lah os Aclara Sus preceptos, Al-lah es Omnisciente, Sabio.  Aquellos que desean que se propague la obscenidad entre los creyentes tendrán un doloroso castigo en esta vida y en la otra. Al-lah Sabe y vosotros no sabéis. Y si no fuese por la gracia de Al-lah y Su misericordia sobre vosotros, y porque Él es Compasivo, Misericordioso, no seríais tolerados [luego de los pecados que cometéis]. ¡Oh, creyentes! No sigáis los pasos de Satanás, y quien siga los pasos de Satanás sepa que él induce a cometer obscenidades y actos reprobables. Y si no fuese por la gracia de Al-lah y Su misericordia ninguno de vosotros podría purificarse jamás de sus pecados, pero Al-lah Purifica a quien quiere [Perdonándole sus pecados y Guiándole por el sendero recto], y Al-lah es Omnioyente, Omnisciente.} [Corán 24: 11-21]. Cuando Al-lah Reveló esto sobre mi inocencia, Abu Baker, que ayudaba económicamente a Mistah Ibn Azazah por su parentesco con él, dijo: “¡Por Al-lah! No ayudaré más a Mistah después de lo que dijo de ‘A’ishah”; entonces Al-lah Reveló: {Que los benefactores y los adinerados no juren dejar de asistir a los parientes, a los pobres y a quienes dejaron sus hogares por la causa de Al-lah [debido a su participación en la calumnia a ‘Aa'ishah], y que les perdonen y disculpen. ¿Acaso no amáis ser perdonados por Al-lah? Al-lah es Indulgente, Misericordioso.} [Corán 24:22]. Entonces, Abu  Baker dijo: “¡Claro que sí! ¡Por Al-lah! Yo quiero que Al-lah me Perdone”, y restituyó a Mistah lo que solía darle”.

“El Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, solía preguntar a Zainab Bint Yah-sh sobre mí; le decía: “¡Zainab! ¿Qué sabes? ¿Qué viste?” Ella dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Yo protejo mi oído y mi vista. ¡Por Al-lah! No sé de ella sino cosas buenas”. Y ella era quien competía conmigo (por el amor del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam). Al-lah la Protegió por su piedad”.

Y Al-lah Sabe mejor.

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