Alabado Sea Al-lah, Señor del Universo. Doy testimonio que nada ni nadie merece ser adorado sino Al-lah, y que Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, es Su siervo y mensajero.
El cuerpo del Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, fue lavado con su ropa. Cuando sus Sahabah, que Al-lah Esté complacido con todos ellos, se preguntaron si le quitaban la ropa o no para lavarlo, escucharon una voz proveniente del interior de su casa que les dijo: “Lavad al Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, con su ropa”; así que vertieron el agua sobre él sin despojarlo de su vestimenta.
Luego lo envolvieron en su mortaja, tres trozos de tela de algodón blanco, y cada uno realizó la oración fúnebre por el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, individualmente.