¡Alabado sea Al-lah!, Señor de los mundos. Testifico que nadie merece ser alabado excepto Al-lah, y que Muhammad, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, es Su siervo y mensajero.
Después que se tenga la certeza de que alguien ha muerto, la orden es que su cadáver sea preparado poco después lavándolo, amortajándolo y enterrándolo, sin esperar el pago de sus deudas.
Pero al mismo tiempo, se debe acelerar el pago de sus deudas antes de distribuir la herencia del finado. Por otra parte, todo aquel que afirme que el difunto le debía, debe mostrar pruebas que apoyen su reclamo, de otro modo no se le debe dar nada. Esto se debe a que la norma básica es que uno está libre de obligación hasta que se demuestre lo contrario.
Y Al-lah sabe más.