El caso de Anisah - II
Cuando Anisah llegó a la dirección, se estremeció. Lo que vio no podía llamarse una casa; era más bien una choza. El techo parecía a punto de caerse y había una bolsa de basura en lugar de la puerta principal. Era una situación deplorable. Reunió sus bolsas de alimentos y caminó hacia la entrada, cuando de pronto la bolsa de basura voló y la asustó. “¡Oh, Al-lah!”, gritó Anisah, perdiendo el equilibrio y dejando caer sus bolsas al suelo. Los huevos y la harina volaron, manchando su vestido. Mientras se sacudía se encontró con una pequeña niña de aproximadamente 3 años. Se miraron fijamente por un momento, luego Anisah sonrió y se levantó del suelo tomando a la niña de la mano. “Assalamu alaikum. Volvamos luego por este desorden”. La pequeña niña apretó su mano y caminaron juntas dentro de la choza. “Assalamu alaikum”, llamó; nadie respondió. Una vez más llamó y escuchó algunos ruidos provenientes de atrás de la choza. Vacilante, la niña comenzó a tirar a Anisah hacia los sonidos. Atrás de la habitación había un colchón en el suelo y la madre de la niña estaba allí, podría decir que la mujer estaba muy enferma. Respirando con dificultad y tosiendo, estrechó la mano a Anisah; Anisah sabía exactamente lo que tenía que hacer.
Inmediatamente llamó a los paramédicos desde su celular. La ambulancia llegó y llevó a la mujer al hospital. Allí, descubrieron que estaba sufriendo de un agudo caso de neumonía. Cada noche ella había estado arropando a sus hijos con todas las mantas que tenía, mientras ella se quedaba soportando las bajas temperaturas con solo la ropa que traía puesta.
Anisah también llevó a los niños al hospital para que los revisaran y pudieran ver a su madre. De camino al hospital llamó a Nidal para informarle de la situación. “Anisah, ya has hecho suficiente. Deja que alguien más haga el resto, llamaremos a la mezquita y ellos se encargarán”, dijo rápidamente. Él no quería que ella se viera envuelta en una situación desagradable. Ya había hecho su parte y eso era más que suficiente.
Conociendo lo obstinada que su esposa era a veces, sabía que tendría que ir y traerla él mismo del hospital. Al llegar la vio en la sala de espera. Estaba cubierta de polvo blanco por todas partes. “Assalamu ‘alaikum. ¿Qué te pasó?”, dijo. “Se cayó la harina”, dijo ella. Nidal se sentó a su lado tratando de convencerla de regresar a casa. “Tengo que esperar y asegurarme de que están todos bien”, dijo mirándole directamente a los ojos, “Nidal, ellos pueden estar asustados, no puedo abandonarlos”. Él vio que ella hablaba muy en serio, pero estaba molesto de que se hubiera involucrado en esta situación. ¿Qué estaba pensando? ¿Tendrían que llevarlos a casa o algo así?
Nidal vio que unas sombras se movían por la esquina y luego escuchó pasos. La enfermera entró en la sala de espera con 4 niños vestidos con harapos. Los niños se quedaron parados y de pronto corrieron hacia Nidal y lo abrazaron. Nidal estaba conmocionado y desconcertado al principio, pero pronto los abrazó también mirando a su esposa como pidiendo una explicación. Anisah le dijo: “Una de las enfermeras es de Etiopía, ella me tradujo, hablé con la madre y ella estuvo de acuerdo en que los niños se quedaran con nosotros. La enfermera les dijo a los niños que tú, señor Nidal, cuidarás de ellos y ayudarás a su madre a recuperarse”. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos cuando ella le dijo esto, sabiendo que él no lo merecía y pensando cuán duro había sido. Estaba avergonzado por la forma en que había actuado. Pero, sobre todo, repentinamente comprendió por qué su esposo hacía lo que hacía por otros, comprendió por qué ella era tan generosa. Era por esto, todo por este momento, y era más valioso que todo el dinero del mundo.
Nidal prometió, desde ese día, que en lugar de poner en ridículo a su esposo y quejarse, la ayudaría y animaría en sus esfuerzos por ayudar a los necesitados. Se dio cuenta por primera vez de que sabía lo que significaba ser un necesitado… y estaba seguro de una cosa: él era el único que estaba necesitado. Él había necesitado apreciar sus bendiciones y el buen corazón de su esposa todos esos años.
Por lo tanto, aunque nos disguste algo de nuestro esposo o esposa, puede ser que Al-lah Haya puesto muchas bendiciones para nosotros en ello. Una cosa es cierta, no importa cuál sea la historia de nuestras vidas, si no nos esforzamos por encontrar el lado bueno, lo que sea que fuera, grande o pequeño, podemos perder una oportunidad extraordinaria de ver a nuestros esposos en su mejor momento y nos perderemos la bendición de ser parte él.