Si estás complacido con tu Señor, Él está Complacido contigo. Esta es la riqueza que ni los tiranos del mundo ni los trastornos de la vida pueden quitarte.
Recientemente visité nuestro parque local donde a menudo llevo a mis hijos a jugar. En el parque me encontré con dos mujeres a quienes había visto de lejos en una visita anterior. Sus rostros eran amigables e iniciamos una conversación. Afortunadamente, yo he aprendido suficiente árabe para esta clase de cosas al vivir en un país árabe. Intercambiamos sutilezas y les expliqué que nos habíamos venido de América a este país musulmán a causa de los niños. Una de ellas se mostró interesada por el hecho de que yo era una musulmana americana. Comenzamos a hablar sobre la situación de los musulmanes del mundo en general. La más joven explicó que ella se había mudado de Irak hacía varios meses debido a la dificultad de vivir en ese país. La mujer mayor era su madre, quien había venido de visita. Ella planeaba regresar a Irak la semana siguiente. La ciudad a la que regresaría era Bagdad.
Fue en ese momento que algo pareció despertarse en mí. Esa mujer iba a regresar a un lugar que ha sufrido una guerra devastadora, pobreza y hambre, y que podría ser bombardeada nuevamente en cualquier momento. Para la mayoría de los musulmanes es un lugar muy lejano del cual solo leemos en los periódicos, así como Palestina, Chechenia y otros. A veces nos entristecemos y lloramos, pero luego continuamos con nuestras vidas normales, olvidando fácilmente el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas musulmanes. A veces damos algo de dinero en caridad solo para sentirnos mejor. Pero para esta mujer, sentada a mi lado en el parque, la situación era real y parecía que no cambiaría pronto. De hecho, ella estaba regresando a una tierra donde podría morir en un segundo. Y la triste realidad es que a nadie le importaría. A quienes van a bombardear Irak no les importará porque ella solo será un “daño colateral”, ya que ellos, de alguna manera, consideran que una vida iraquí es menos valiosa que cualquiera de sus vidas. Y a los musulmanes les importará por un día o dos, y luego continuarán con sus actividades diarias.
Traté de expresar mi preocupación por la anciana mujer y demostrarle que ella me importaba como mi hermana musulmana. Contuve lágrimas sin sentido e indeseadas. Ella complacida aceptó mi apoyo y continuó diciendo que no estaba preocupada por su futuro, pues ya lo había estado demasiado. Dijo que lo único que ambas podíamos hacer era suplicar y confiar en Al-lah. Su rostro estaba lleno de luz, alegría y paz. No habrías imaginado que iba a regresar a una posible zona de guerra. Entonces, me di cuenta de que esta mujer era una de las mujeres más afortunadas del mundo.
Extrañamente, sentí el deseo de intercambiar lugares con ella. Esta anciana en el parque había descubierto el verdadero significado de la vida. Y si ella moría en el primer día de regreso a Irak, tendría la misma sonrisa y alegría en su rostro. De todas formas ganaría, en la vida y en la muerte.
Comprendí que los musulmanes que vemos sufriendo en el mundo realmente podrían estar en una mejor condición que el resto de nosotros. Ellos son realmente los afortunados. Ellos están más cerca del Paraíso que la mayoría de los seres humanos. ¿Crees que aquella mujer que conduce su Mercedes o su BMW, con un teléfono celular en cada oreja, estará al mismo nivel que la mujer que sacrifica a sus hijos y su hogar para proteger su tierra? ¿Crees que la riqueza que despilfarramos o acumulamos nos comprará un boleto para el mismo lugar al que sus hijos muertos son conducidos? ¿Crees que la sonrisa en el rostro de tu hijo cuando se mece en el parque es la misma que la sonrisa en el rostro de un Shahid?
Cuando vi a la mujer irse del parque, ella volcó para mirarme una vez más. Sonreímos mutuamente y ella habló sin decir una palabra. Fue como si nos entendiéramos completamente una a la otra después de solo unos minutos de compartir experiencias de vida. La hermandad en el Islam logra eso fácilmente. Parecía que me decía que no me preocupara. Yo quería transmitirle mi inmenso respeto por su coraje y fe.
Cuando los faraones del mundo inicien sus guerras injustas, pensaré en aquella anciana del parque. Haré du’a por ella y rezaré para que Al-lah me Dé la misma oportunidad de defender las tierras musulmanas y el Islam. Veré su rostro sonriente y recordaré que ella será la verdadera vencedora en la guerra. La vencedora, porque, sin importar la circunstancia, ella está preparada para encontrarse con su Señor.
¿Estás preparado/a para hacer lo mismo?