El Islam, al referirse a la mujer, lo hace tratándola como un ser humano. En árabe, al igual que en idioma español, la palabra “humano” reúne a los dos géneros, el masculino y el femenino. En el Corán esta voz se nombra más de 65 veces, y en todas ellas es general, es decir, señala tanto a los hombres como a las mujeres; esto con el fin de que nadie pueda pensar tan si quiera que el Islam discrimina a uno de los dos o prefiere alguno de ellos. Los principios de la creencia, la adoración, el comportamiento y la relación entre las personas, sea familiar, social, económica o política, se basa en la justicia y la equidad. Esta premisa no se contradice si hay algunos casos excepcionales en los cuales hay variaciones en la ley, basadas en las diferencias naturales que existen entre cada sexo (por ejemplo, la menstruación, periodo que se considera como una excusa válida para que la mujer no haga sus oraciones ni ayune). Durante siglos, el Estado Islámico vivió lejos de cualquier problema que tuviera que ver con la mujer, su estatus y rol en la sociedad, lo que le permitió desarrollarse y avanzar impresionantemente, como lo demuestra la historia. Lastimosamente, tras la caída del Estado Musulmán y la posterior colonización llevada a cabo por las potencias europeas, que a comienzos del siglo XX se distribuyeron las tierras de los musulmanes, hicieron que palabras como desigualdad, injusticia y todos sus sinónimos comenzaran a rondar por todas partes, todo gracias al mal entendimiento de las particularidades de cada sexo y las funciones específicas que cada uno, por naturaleza, debe desempeñar.
En la actualidad, las voces que llaman a la igualdad entre el hombre y la mujer se han ido al extremismo, olvidándose de que, aunque es verdad que somos iguales en cuanto a que somos creación de Al-lah y por lo tanto humanos, existen ciertas diferencias que son más que evidentes en la parte física y psicológica de cada uno, lo que determina que el papel que el hombre y la mujer desempeñan en la sociedad no es el mismo, y que el uno tiene capacidades y aptitudes que el otro no. Esto no se puede utilizar para alegar la supremacía o inferioridad de uno de los sexos o la igualdad parcial de ambos, porque eso no es verdad; es más, hasta personas del mismo género tienen capacidades, formas de pensar, gustos, estados de ánimo, etc., diferentes. En el Islam, las diferencias que existen en la creación no son problema, por el contrario, son una forma de complementar la existencia.
Al-lah Dispuso que cada género se distinga del otro, y que cada uno tenga la capacidad de desempeñar funciones que el otro no, de acuerdo a la predisposición natural con la que Creó a los seres humanos. A la mujer la distinguió con la maternidad y al hombre con la paternidad, lo que hace que el cuerpo, la mente, los sentimientos y los sentidos estén habilitados para que les ayuden a cada uno a realizar su tarea de la mejor manera; por ello, ni el hombre ni la mujer deben pretender igualarse en estos aspectos, por el contrario, debemos reconocer que los unos nos complementamos con los otros. Desde esta perspectiva que nos da el Islam y su Shari’ah podemos elevar nuestra voz con orgullo ante el mundo y gritar hacia todos los puntos cardinales: “en el Islam no hay ningún problema con la posición de la mujer, sus derechos y deberes religiosos, civiles, penales, económicos, políticos, sociales, familiares e individuales”, Dice Al-lah (lo que se interpreta en español): {¡Oh, humanos! Temed a vuestro Señor Quien os Ha Creado a partir de un solo ser, del que Creó a su esposa e Hizo descender de ambos muchos hombres y mujeres. Temed a Al-lah, en Cuyo nombre os reclamáis vuestros derechos, y respetad los lazos de parentesco. Por cierto que Al-lah os Observa.} [Corán 4:1]; y Dice también (lo que se interpreta en español): {No codiciéis lo que Al-lah Ha Concedido a unos más que a otros. Tanto los hombres como las mujeres recibirán su merecido. Pedid a Al-lah que os Conceda Su favor. Al-lah es Conocedor de todas las cosas.} [Corán 4:32]
Durante el tiempo que las leyes de la Shari’ah se aplicaron la mujer vivió con dignidad, bienestar y seguridad, condiciones que le permitieron desarrollar todas sus capacidades y concentrarse en su noble función: la construcción de una sociedad creyente, recta, justa y desarrollada. Durante este periodo, su ser se fue vivificado y fortalecido con la fe, con comportamientos y virtudes sublimes, pues todo giraba alrededor de esta función. Cuando la gente cambió la ley de Al-lah por la de los hombres, no paso mucho tiempo para que los problemas comenzaran a aparecer, la sociedad ya no era la misma, los jóvenes ya asumían sus responsabilidades, todo porque a las mujeres las abrumaron con conductas que desataron en su interior una confusión tal que se olvidaron de la noble tarea que durante siglos venían llevando a cabo muy bien (no estamos afirmando que sea la mujer la culpable de todos los problemas por los que están pasando las diferentes sociedades, pues el hombre también tiene su parte y en la misma medida, solo que el tema que estamos tratando tiene que ver con ellas).
El haber sacado a la mujer de su centro le ha significado su desgracia, humillación y deshumanización, la única forma que tiene de recuperar todo lo que ha perdido es que la sociedad vuelva al Islam, el verdadero protector de la libertad, dignidad y justicia en todos los aspectos de la vida de las mujeres y los seres humanos en general.