Cuando se reveló la Sura Al Muddazir, la número 74, el Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, invitaba a la gente al Islam en secreto y cuando querían rezar, lo hacían en un lugar alejado, para que nadie los viera. En una ocasión, algunos de sus coterráneos incrédulos los persiguieron y, al verlos rezando, comenzaron a burlarse de ellos y criticarlos por lo que hacían, lo que produjo un enfrentamiento entre ellos y Sa’d Bin Abi Waqas, que dejó como consecuencia un herido de los no musulmanes. Después de este incidente, el Profeta escogió Dar Al Arqam, que quedaba cerca del monte de Safa, allí se reunían y oraban. Esto se mantuvo así durante un poco más de tres años.
‘Abdul-lah Bin Mas’ud, que Al-lah esté complacido con él, relató: “El Enviado de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, se reunía con sus seguidores en secreto hasta que fue revelada la aleya: {Divulga lo que se te ordena [públicamente] y no te preocupes por los idólatras} [Corán 15: 94], entonces él y sus sahaba hicieron público lo que hacían”. Esto ocurrió hacia el año cuarto o quinto después del comienzo de la revelación.
Detengámonos un momento a reflexionar sobre los sentidos de esta aleya. Ibn ‘Abbas, que Al-lah esté complacido con él, dijo que Al-lah le ordenó a Su Profeta que avanzara y que hiciera en público lo que se le había mandado. Muyahid dijo que se refería a la recitación del Corán durante la oración. Al Fara’, basándose en la gramática árabe, dijo que la orden que se le dio era hacer pública Su religión. Ibn ‘Ashur dijo que en esas pocas palabras se le ordenaba hacer pública la religión e invitar a la gente a que la aceptara.
La orden que Al-lah le había dado a Su Mensajero fue clara, precisa y directa, por lo que se sobreentiende que la da’wa es una obligación. Como sabemos, la da’wa al Islam va dirigida a todo el mundo, sin embargo, en la época del Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, el Islam cuando mucho alcanzó a llegar a toda la Península Árabe, entonces, ¿quién tiene la obligación de divulgarlo a todo el mundo? La respuesta a esta pegunta no necesita una explicación profunda, es más que obvio que los musulmanes en general debemos cumplir con ese deber en toda época. Lo que quiere decir, además, que el adjetivo “musulmán” significa también “da’i” (divulgador).
{[…] y no te preocupes por los idólatras}, es decir, no les prestes atención a sus burlas. Esta orden no es un mandato para desatenderse de ellos, pues sigue en pie la obligación de mostrarles e invitarlos al Islam.
Por otro lado, la reacción lógica de esas personas al ver que la divulgación del Islam se había hecho pública era tratar de frenarla, de impedir su avance, valiéndose de todos los medios de los que disponían. Dijo Al-lah: {[Los que niegan la verdad] traman [cizañas], pero Yo desbarato sus planes. Sé tolerante con los que niegan la verdad, y dales un tiempo} [Corán 86:15-17].
El Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, se reunía en secreto con sus seguidores en Dar Al Arqam porque así Al-lah se lo había ordenado, y no por un capricho suyo. Una de las razones de este mandato era proteger a los musulmanes de la ira de sus detractores.
El autor del Adh-Dhilal comentó sobre esta aleya que era un mandato para expresar abiertamente todo lo que el Islam es, de una forma que hiciera que el “yo” que se encontraba distraído se despertara, además, era una forma de cumplir con el deber hacia los demás como dijo Al-lah: {[…] y para que quien hubiera de perecer [en ese día], pereciera ante una prueba clara de la verdad; y quien hubiera de sobrevivir, sobreviviera ante una prueba clara de la verdad} [Corán 8: 42]. El mandato de hacer público el Islam y su divulgación no es para nada un llamado a la dureza, la severidad o la violencia, de la misma forma como la orden de enseñar el Islam con gentileza no tiene nada que ver con actuar con hipocresía. El Islam debe ser presentado como es con cortesía e inteligencia.
Por último, mostrar el Islam en público es un deber de todo musulmán, siempre que esto no represente un riesgo para su persona, pero esta obligación debe ser cumplida de manera adecuada, con sabiduría, bellas palabras y argumentando de la mejor manera.