En la víspera del lunes de mes de Rabi‘ Al Awal partieron todos a Medina tomando el camino de la costa, y siguieron andando todo el día. Abu Bakr, que Al-lah esté complacido con él, caminaba una vez delante del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, y otra detrás de él, y otra a su derecha, y otra a su izquierda, por el temor de que Quraysh le hiciese daño, hasta que el sol llegó al centro del cielo, entonces se colocaron debajo de una piedra grande que les protegía del sol.
Abu Bakr, que Al-lah esté complacido con él, ordenó el lugar con su mano para que el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, durmiera, y en ese momento un chico que cuidaba su ganado se dirigió a la piedra. Cuando se acercó, Abu Bakr, que Al-lah esté complacido con él, le dijo: "¿a quién perteneces, muchacho?” Dijo que a un hombre de la gente de la Meca, entonces le volvió a decir: "¿tus ovejas tienen leche?", a lo que el muchacho contestó que sí. Entonces ordeñó un poco para el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, en un recipiente, y bebió hasta que apagó su sed.
En aquel momento uno de los incrédulos pudo ver al Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, desde lejos, y por eso se dirigió rápidamente a Suraqah ibn Malik, y le dijo: "Oh, Suraqah, he visto alguna gente en la costa, y creo que son Muhammad y sus amigos", entonces Suraqah supo que en verdad eran ellos, pero antes de hacer cualquier cosa, quería convencer al hombre de que lo que había visto era una ilusión, para ser él quien ganara la recompensa.
Entonces Suraqah permaneció una hora sentado para que no llamara la atención de quien estaba con él, luego se fue secretamente cogiendo su caballo y su lanza y partió rápidamente. Cuando se acercó a ellos, su caballo se cayó rodando, y Suraqah sintió un mal presagio en el tropiezo. Pero montó el caballo otra vez, y le sucedió lo mismo y entonces su pesimismo aumentó; pero su deseo de lograr la recompensa le hizo olvidar sus obsesiones y sus temores.
Cuando se acercó al Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, los pies de su caballo se hundieron en la tierra hasta las rodillas, y el humo aumentó ascendiendo alrededor de ellos. Así supo que estaban protegidos por Al-lah, por eso les pidió que no le hicieran nada, y les juró que no iba a decir nada a nadie. El Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, le escribió un hoja en la cual se comprometía a darle seguridad y le prometía las joyas de Kisra (el Corroes persa), y Suraqah no mencionó absolutamente nada sobre este asunto, hasta que los emigrados llegaron a Medina.
En su camino hacia la Medina el Mensajero, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, y su Compañero, que Al-lah esté complacido con él, se detuvieron en el hogar de Umm Ma‘bad, y le preguntaron si tenía algo para comer, pero ella se disculpó por no tener sino sólo una oveja delgada que no daba leche. Pero el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, tomó la oveja y tocó su ubre con su mano y suplicó a Al-lah para que le Diera Su bendición, luego extrajo leche de ella en un recipiente del cual todo el mundo bebió. Este milagro fue la causa de que ella y su marido abrazaran el Islam.
Y este viaje llegó a su fin con sus dificultades y sus acontecimientos, para que el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, llegara a la tierra de Medina, donde sus Compañeros, que emigraron antes de él, y sus hermanos (ansar) se prepararon para recibirle bien en su tierra, pero esto ya es otro asunto.