Las razones de la batalla:
En el comienzo del mes de Ramadán del segundo año después de la Hiyrah, los musulmanes se enteraron que una caravana comercial de los Quraish regresaba de Siria. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, envió a Talhah bin ‘Ubaidullah y a Sa‘id bin Zaid rumbo al norte, para estar atentos a cualquier movimiento de los paganos. Los dos grupos permanecieron en Al Haura’ durante algunos días, hasta que Abu Sufian, el líder de la caravana, pasó cerca de ellos. Los dos hombres se apresuraron en volver a Medinah para reportarle al Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, las noticias. Una caravana valiosa, costeada con los bienes que Quraish había usurpado a los musulmanes de la Meca, custodiada por 40 hombres que pasarían relativamente cerca de Medinah, constituía un atractivo objetivo para los musulmanes, que haría sacudir a los incrédulos de La Meca en lo político y militar, impidiéndoles seguir con sus atrocidades contra los musulmanes.
El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, inmediatamente exhortó a los musulmanes a que se apresurasen en atacar la caravana. No impartió las órdenes obligando a todos, sino que les dio total libertad de salir o quedarse, pensando que era una misión en pequeña escala.
El ejército musulmán estaba compuesto por 317 hombres, 86 Muhayirun, 61 pertenecientes a Aus y 170 de Jazray. No estaban bien equipados ni adecuadamente preparados. Contaban con dos caballos pertenecientes a Az‑Zubair bin Al ‘Auam y Al Miqdad bin Al Asuad Al Kindi, 70 camellos, que se turnaban entre dos o tres personas para montarlos. El mismo Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, ‘Ali y Murzid bin Abi Murzid Al Ganaui, tenían un solo camello. Los asuntos de Medinah quedaron a cargo de Ibn Umm Maktum, pero luego se los confiaron a Abu Lubabah bin ‘Abdul Mundhir. El liderazgo general estuvo a cargo de Mus‘ab bin ‘Umair Al Qurashi Al ‘Abdari, y el estandarte era de color blanco. El pequeño ejército fue dividido en dos batallones, los Muhayirun con un estandarte llevado por ‘Ali bin Abi Talib, y los Ansar cuyo estandarte lo llevaba Sa‘d bin Mu‘adh. Az‑Zubair bin Al 'Auam estuvo encargado del flanco derecho, Al Miqdad bin ‘Amr lideró el flanco izquierdo, y la retaguardia comandada por Qais bin Abi Sa‘sa‘ah. Por supuesto, el Comandante en Jefe era el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam.
El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, a la cabeza de su ejército, marchó por la ruta principal que conducía a La Meca. Luego giró hacia la izquierda rumbo a Bader, y cuando llegó a As‑Safra’, envió a dos hombres para inspeccionar los camellos de Quraish.
Abu Sufian estaba muy atento a la evolución de los acontecimientos. Se dio cuenta que la ruta que estaba siguiendo era muy peligrosa. También estaba ansioso de saber algo de los movimientos de Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam. Sus espías le reportaron que los musulmanes deseaban apoderarse de su caravana; entonces, para estar a salvo, mandó un mensaje con Damdam bin ‘Amr Al Gifari pidiendo ayuda a los Quraishíes. El emisario llegó rápidamente a La Meca. Desmontó su camello y se paró frente a la Ka'bah, cortó la nariz y las orejas de su camello, dio vuelta la montura hacia arriba, se cortó su túnica[1] y gritó: “¡Oh Quraish! Vuestras mercaderías están con Abu Sufian. La caravana está siendo interceptada por Muhammad y sus Compañeros. No puedo decir lo que pasaría. ¡Auxilio! ¡Auxilio!”
Los efectos de esos gritos fueron instantáneamente atendidos por Quraish, e inmediatamente recordaron su orgullo herido por los musulmanes cuando estos interceptaron la caravana de Al Hadrami. Todos se movilizaron excepto Abu Lahab, quien quedó atrás. También movilizaron a algunas tribus árabes para que combatieran contra el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam. Todos los clanes de Quraish dieron su consentimiento, menos Banu ‘Adi. 1.300 soldados, incluidos 100 jinetes y 600 soldados con cotas de malla con un gran número de camellos, procedieron para combatir a los musulmanes. Para la comida, sacrificaban cada día entre nueve y diez camellos. Temían que Banu Baker, debido a una larga enemistad que databa desde hacía mucho tiempo, atacara su retaguardia. Entonces, Satanás se les apareció en la forma de Suraqah bin Malik bin Ju‘sham Al Mudlayi (jefe de Banu Kinana) para decirles: “Les garantizo que nada les ocurrirá en la retaguardia”.
Salieron llenos de indignación, motivados por el deseo de venganza y de exterminar a aquellos que se interponían en las rutas de sus caravanas. Dice Al-lah al respecto (lo que se interpreta en español):
{…aquellos [incrédulos de La Meca] que salieron de sus hogares con arrogancia y ostentación ante su gente, para [defender la caravana y] apartar a los hombres del sendero de Allah…} [Corán 8:47]
Dijo el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam: “¡Oh, Al-lah! estos son los arrogantes y egoístas; han venido para desafiar a Al-lah y a Su Mensajero”.
Los incrédulos se movilizaron en dirección norte hacia Bader. En el camino recibieron otro mensaje de Abu Sufian, que les pedía que regresaran a La Meca porque la caravana estaba a salvo de los musulmanes. Accidentalmente, Abu Sufian se entero de la ruta de los musulmanes y dirigió su caravana fuera de la ruta principal, rumbo al Mar Rojo. Gracias a esto fue capaz de estar a salvo de los creyentes.
Cuando el ejército de los incrédulos se enteró del mensaje de Abu Sufian, desearon regresar a sus casas. Pero el malvado de Abu Yahel insistió arrogantemente para que siguieran hacia Bader, y permanecieron ahí durante tres noches, en las cuales festejaban haciendo fiestas. Ahora querían castigar a los musulmanes para escarmentarlos, impedir que interceptaran sus caravanas, e impresionar a los demás árabes para demostrarles que Quraish tenía la supremacía en aquella región.
Abu Yahel los intimidó e insistió a pesar de que Banu Zahrah, siguiendo los consejos de Al Ajnas bin Shuraiq, retornó a La Meca. Al Ajnas era ciegamente obedecido por su tribu en los asuntos importantes. Banu Hashim también quiso desistir, pero las artimañas de Abu Yahel les impidieron hacerlo.
El resto de los soldados, que ahora eran mil, acamparon en Bader, sobre una duna de arena en Al ‘Uduat Al Qusua.
‘El comando de inteligencia’ del ejército de Medinah le informó al Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, que un encuentro sangriento con los incrédulos de La Meca era inevitable, y que había que seguir un curso audaz o, de lo contrario, las fuerzas del mal perjudicarían y dañarían la noble causa del Islam y a sus seguidores. Los musulmanes temían que los paganos de La Meca invadieran el cuartel general del Islam, Medinah. Un acontecimiento de esa índole causaría un inoportuno impacto en la dignidad y en los sentimientos de los musulmanes.
Continúa…
[1] Todas esas extrañas actitudes eran una forma de anunciar la seriedad de un asunto y conseguir la atención de las personas.