Cuando se leen las aleyas del Corán que hablan del rol del agua en la existencia humana, estas aleyas parecen expresar ideas que son obvias. La razón de esto es simple: hoy en día todos sabemos acerca del ciclo del agua en mayor o menor manera.
Sin embargo, si consideramos los distintos conceptos antiguos respecto a este tema, se hace claro que la información en el Corán no contiene los conceptos míticos vigentes al tiempo de la revelación coránica y que se desarrollaron más por especulación filosófica que por la observación científica de los hechos.
A pesar de que fue empíricamente posible obtener el conocimiento práctico necesario para desarrollar la irrigación, los conceptos que se tenía sobre el ciclo del agua en general serían difíciles de aceptar hoy.
Si bien hubiese sido fácil imaginar que las aguas subterráneas provenían de la filtración del agua de lluvia a través del suelo, en tiempos antiguos esta idea, sugerida por Virtuvius Polio Marcus en Roma en el siglo I de la era cristiana, fue citada como algo extraño y raro.
Es así como, por muchos siglos −y la revelación del Corán ocurrió durante ese periodo− el ser humano sostuvo ideas muy imprecisas sobre el ciclo del agua.
Dos especialistas en este tema, G. Gastany y B. Blavoux, en su apartado de la Encyclopedia Universalis bajo el título de “Hidrogeología”, nos dan una ilustrativa historia de este problema:
“En el siglo VII E.C., Tales de Mileto sostuvo la teoría de que las aguas de los océanos, bajo el efecto de los vientos, eran empujadas hacia el interior de los continentes, de modo que el agua cubría la tierra y penetraba a través de la tierra. Platón tenía la misma idea y pensaba que las aguas retornaban a los océanos por medio de un gran abismo, el Tártaro. Esta teoría tenía muchos simpatizantes, uno de los cuales era Descartes.
“Aristóteles imaginó que el vapor de agua de la tierra se condensaba en las frescas cavernas montañosas y formaba lagos subterráneos que alimentaban las fuentes de agua. Lo secundaban Seneca (siglo I E.C.) y muchos otros hasta 1877 E.C., entre ellos O. Volger…”.
La primera formulación clara del ciclo del agua se la debemos a Bernard Palissy en 1580 E.C. Él afirmó que las aguas subterráneas provenían del agua de lluvia que se filtraba a través del suelo. Esta teoría fue confirmada por E. Mariotte y P. Perrault en el siglo XVII E.C.
En los siguientes pasajes del Corán no hay ninguna huella de las ideas erradas que estaban vigentes en la época del Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él). El Corán expresa:
· {Hago descender del cielo agua bendita, con la que hago brotar jardines y el grano de la cosecha, y palmeras esbeltas cubiertas de racimos [de dátiles], como sustento para los siervos. Así como doy vida con la lluvia a la tierra árida, así los resucitaré} [Corán 50:9-11].
· {Hice descender del cielo el agua en una medida limitada para que permanezca en la tierra, pero si quisiera la podría hacer desaparecer. Con ella hago brotar jardines de palmeras y viñedos de los que obtienen abundantes frutos con los que se alimentan} [Corán 23:18-19].
· {Envié los vientos fecundadores y hago descender del cielo agua con la que les doy de beber, y no son ustedes los dueños de sus reservas} [Corán 15:22].
Hay dos posibles interpretaciones para esta última aleya. Los “vientos fecundadores” se puede asumir que son los que fertilizan las plantas porque acarrean con ellos el polen, pero también puede ser un sentido figurado ilustrando, por analogía, el rol que cumple el viento en el proceso a través del cual una nube que no carga lluvia se convierte en una que carga una lluvia torrencial.
El Corán expresa:
· {Dios es Quien envía los vientos para que estos reúnan las nubes, extendiéndolas y fragmentándolas por el cielo como Él quiere. Luego ves que la lluvia cae de entre ellas. Cuando los siervos [azotados por la sequía] reciben la lluvia, se alegran} [Corán 30:48].
· {Él es Quien envía los vientos que albrician la llegada de Su misericordia. Cuando estos reúnen a las nubes, las conduzco hacia una tierra azotada por la sequía donde hago descender la lluvia con la que hago brotar toda clase de frutos. De la misma manera haré resucitar a los muertos; ¡reflexionen!} [Corán 7:57].
· {¿Acaso no ves que Dios hace descender el agua del cielo, y luego hace que surja como manantiales en la tierra […]?} [Corán 39:21].
· {En ella hay jardines de palmeras y vides, e hice brotar de ella manantiales} [Corán 36:34].
La importancia de las fuentes de agua y la forma en que son alimentadas por el agua de la lluvia que se conduce a ellas es claramente enfatizada en las últimas tres aleyas.
Vale la pena detenernos para examinar este hecho y recordar la predominancia en épocas medievales de opiniones como la de Aristóteles, según el cual las fuentes de agua eran alimentadas por fuentes subterráneas.
En su entrada sobre hidrología en la Encyclopedia Universalis, MR Remenieras, un docente en la Escuela Nacional Francesa de Agronomía (Ecole Nationale du Genie Rural, des Eaux et Forets), describe las principales etapas de la hidrología y hace referencia a los magníficos trabajos de irrigación de los antiguos, en especial en el Medio Oriente. Sin embargo, hace notar que el enfoque empírico dominaba todo, dado que las ideas de ese tiempo procedían de conceptos errados. Él prosigue de este modo:
“Y no fue sino hasta el renacimiento (entre 1400 y 1600 E.C.) que los conceptos puramente filosóficos dieron lugar a la investigación basada en la observación objetiva de los fenómenos hidrológicos. Leonardo Da Vinci (1452- 1519 E.C.) se reveló contra las afirmaciones de Aristóteles”.
“Bernard Palissy, en su “Discurso maravilloso sobre la naturaleza de las aguas y fuentes naturales y artificiales” (Discours admirable de la nature des eaux et fontaines tant naturelles qu´ artificielles. París, 1570) da una correcta interpretación del ciclo del agua y especialmente del modo en que las fuentes son alimentadas por el agua de la lluvia”.
Esta última afirmación es exactamente lo que se menciona en el Corán (39:21) describiendo el modo en que el agua de lluvia es conducida a fuentes subterráneas.
El tema del capítulo 24, aleya 43, es la lluvia y el granizo. Vemos que expresa lo siguiente: {¿Acaso no reparas que Dios impulsa las nubes lentamente, luego las agrupa, y después ves caer la lluvia? Dios hace descender nubes como montañas, cargadas de granizo con el que azota a quien quiere, pero protege de él a quien quiere. El solo resplandor del relámpago podría enceguecer}.
El siguiente texto exige cierta explicación, pues expresa lo siguiente: {¿No han observado el agua que beben? ¿Ustedes la hacen descender de las nubes o soy Yo Quien la hago descender? Si quisiera la habría hecho salobre, ¿por qué no son agradecidos?} [Corán 56:68- 70].
Esta referencia a que Dios puede hacer que el agua dulce se haga salada es un modo de expresar la omnipotencia de Dios. Otro recuerdo de la misma omnipotencia es el desafío al ser humano de que haga llover de las nubes. Sin embargo, en tiempos modernos la tecnología hizo posible crear la lluvia artificial: ¿significa esto que el ser humano ha vencido el desafío coránico de crear lluvia?
La respuesta es no, porque tenemos que tomar en cuenta las limitaciones humanas. M.A Facy, un experto de la oficina francesa de meteorología, escribió lo siguiente en la Encyclopedia Universalis bajo el título “Precipitaciones”:
“Nunca será posible hacer la lluvia caer de una nube que no tiene las características necesarias para hacer llover ni de una nube de lluvia que no ha alcanzado el nivel necesario de evolución (madurez)”.
Entonces, el ser humano nunca provocará el proceso de precipitación por medios técnicos cuando las condiciones para ello no están presentes. De lo contrario, nunca habría sequias, y obviamente ocurren. Por lo tanto, el control efectivo de la lluvia y el buen clima sigue siendo un sueño.
El ser humano aun no puede, por voluntad propia, romper el ciclo establecido que mantiene la circulación del agua en la naturaleza, este ciclo se puede describir así, de acuerdo con los modernos conceptos de hidrología:
El calor de los rayos solares hace que el agua de los mares y otras superficies acuáticas se evapore. El vapor de agua que se desprende asciende a la atmosfera y, por condensación, forma nubes. Los vientos intervienen entonces y desplazan las nubes así formadas a distancias variables. Las nubes pueden entonces dispersarse sin producir lluvia, o combinar su masa con otras para crear una condensación aun mayor, o se pueden fragmentar y producir lluvia en algunos niveles de su evolución.
Cuando la lluvia llega al mar (el 70% de la superficie de nuestro planeta está cubierto por agua) el ciclo se repite rápidamente. Cuando la lluvia se precipita sobre la tierra, puede ser absorbida por la vegetación y ayudar en su crecimiento. La vegetación, por su parte, exuda agua (Transpiración) y así devuelve algo de agua a la atmosfera. El resto, en mayor o menor proporción, se filtra por el suelo y es conducida por canales al mar o es retornada a la superficie terrestre por medio de manantiales o extracciones.
Cuando comparamos la información proporcionada por la hidrología moderna con las numerosas aleyas del Corán citadas en este artículo, podemos reconocer el marcado grado de similitud entre ambas.
Resumido de: La Biblia, el Corán y la ciencia.