La comunidad musulmana está basada en la sinceridad, la pureza de los sentimientos humanos y el cumplimiento de los derechos y las necesidades de cada uno de sus miembros.
El musulmán tiene una misión en la vida. Dentro de la comunidad, convoca a la gente al Islam con buenas maneras y el mejor carácter. Enseña de lo que ha aprendido y trata a aquellos con los que tiene contacto de forma acorde a los valores y la moral islámicos. Todo esto lo hace buscando la complacencia de Al-lah, Exaltado sea, mientras se esfuerza por alcanzar la recompensa de Su Paraíso.
Donde esté el musulmán, debe ser un faro de guía y una fuente positiva de corrección y educación, tanto a través de sus palabras como de sus obras.
El verdadero musulmán tiene una personalidad social refinada del grado más elevado, que lo califica para llevar a cabo su labor de invitar a los demás al Islam. Demuestra los valores verdaderos de su religión y la aplicación práctica de dichos valores al obtener hermosos atributos islámicos. Su carácter social distintivo representa una reserva enorme de valores islámicos, que pueden ser vistos por la forma en que interactúa con la gente que lo rodea.
Tal como lo establece el Islam, el musulmán es una persona única y notable en su actitud, conducta y relaciones con los demás en todos los niveles. Trata bien a la gente siendo amigable, humilde, gentil al hablar, y evitando ofender. Quiere a los demás y es querido por los demás. Trata de seguir el ejemplo del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, ya que él fue la mejor de las personas en su actitud hacia los demás. Él, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “Nada pesará más en la balanza el siervo creyente en el Día de la Resurrección, que una buena actitud hacia los demás” (At-Tirmidhi).
Debido a que el Islam se basa en la veracidad, el musulmán siempre es veraz con toda la gente. La veracidad lleva a la bondad, y la bondad lleva al Paraíso. Por lo tanto, el musulmán se esfuerza por ser veraz en todas sus palabras y en todos sus actos.
El musulmán, hombre o mujer, jamás levanta falsos testimonios, porque esa actitud está prohibida en el Corán. Al-lah, el Más Glorificado, dice: {… y manténgase apartados de las afirmaciones falsas} [Corán 22:30].
El musulmán busca ofrecer consejos sinceros a todo aquel con quien entra en contacto. No se trata solo de ser voluntario para hacer el bien por generosidad, es una obligación ordenada por el Islam. El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “(La esencia de la) religión es (ofrecer) consejo sincero” (Muslim).
Por el favor de Al-lah, el musulmán es una guía para los demás hacia las obras rectas, ya sea por sus actos o por sus palabras. Jamás engaña, traiciona ni apuñala por la espalda, él no se baja al nivel de esos actos vergonzosos, pues contradicen los valores de la veracidad. El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “… quien engaña no es uno de nosotros” (Muslim).
Cuando el musulmán promete algo, se propone mantener su promesa. Esta actitud se deriva naturalmente de la veracidad e indica el alto nivel de educación alcanzado por aquel que lo exhibe. Al-lah dice: {Cumplan con sus compromisos, porque se los interrogará por ellos} [Corán 17:34].
Una de las peores características que el Islam aborrece es la hipocresía, por lo tanto, el musulmán no puede ser hipócrita, sino que es franco y abierto en sus palabras y opiniones. El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “Una de las peores personas es el hombre de doble cara, que viene a un grupo con una cara y luego va a otro grupo con una cara totalmente distinta” (Al Bujari).
El Islam no aprueba la mendicidad. Es pecado que una persona mendigue cuando tiene suficiente para satisfacer sus necesidades inmediatas. Por lo tanto, el musulmán no pide. Si enfrenta dificultades y pobreza, busca refugio en la paciencia, mientras duplica su esfuerzo por encontrar una salida. El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “A quien se abstenga de pedirle a la gente, Al-lah lo ayudará…” (Al Bujari y Muslim).
Un signo de la excelencia de una persona en el Islam es ignorar lo que no le concierne. El musulmán solo participa en aquello que le concierne, como cualquier cosa que sea su propiedad, su derecho, su obligación, o que esté bajo su control. Preocuparse por algo implica preservar y cuidar eso de lo que uno debe preocuparse. El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “Una señal de que una persona es un buen musulmán, es que no se mete en lo que no le concierne” (At-Tirmidhi).
El musulmán nunca busca las faltas de las personas ni difama su honor. No cae en el error del orgullo, no alardea ni presume. Juzga con imparcialidad, no es injusto (ni siquiera con aquellos que le desagradan) ni es parcial por sus propios caprichos, y evita las sospechas. No se regocija en las desgracias de nadie. Evita cuidadosamente pronunciar cualquier palabra de calumnia, maldición, chismes maliciosos y lenguaje obsceno.
No se burla de las personas sino que es amable, cordial, compasivo y misericordioso, y se esfuerza por beneficiar a la gente, buscando proteger y ayudar a los demás.
Una de las virtudes a las que el Islam da mucho valor e importancia, tanto que no solo la recomienda sino que les ordena a los musulmanes que se caractericen por ella, es la generosidad. Por lo tanto, el musulmán es generoso y da libremente sin desperdicio a aquellos que lo necesitan. Es paciente, se esfuerza por controlar su ira y perdona. No guarda rencores ni resentimientos, y es de fácil trato con la gente, no se complica.
Una de las peores enfermedades del corazón es la envidia, que conduce a una mala conducta y un mal comportamiento. Por ello, el musulmán no es envidioso, ya que sabe que los placeres de esta vida no son nada en comparación con la recompensa que Al-lah ha preparado para los creyentes, y que cualquier cosa que ocurra en la vida sucede de acuerdo con el decreto de Al-lah.
El musulmán, que realmente entiende las enseñanzas de su religión, es gentil, amable, alegre y cálido. Se mezcla con la gente y se lleva bien con los demás. Es humilde y modesto, y no mira a los demás por encima del hombro. Es alegre y tiene sentido del humor, y no desdeña a los demás. Sus bromas se distinguen por su naturaleza islámica legítima. Está interesado en brindar alegría a las personas, este es un medio eficaz para transmitirles el mensaje de la verdad y exponerlos a sus valores morales, pues la gente solo escucha a aquellos que les agradan, aquellos en los que confían y a quienes aceptan.
El musulmán guarda secretos, que es una señal de madurez, fortaleza moral, sabiduría y personalidad equilibrada. Se preocupa por los asuntos de la gente en general, y es feliz de recibir invitados, apresurándose a honrarlos.
El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “Toda religión tiene una característica (distintiva), y la característica del Islam es la modestia” (Ibn Mayah). El musulmán se apega al principio de la modestia en todos los asuntos. No acepta cualquier costumbre que sea ampliamente aceptada por los demás, ya que puede haber costumbres contrarias al Islam.
El musulmán no entra en una casa que no sea la suya sin pedir permiso y saludar a la gente. Se sienta donde encuentra espacio cuando llega a una reunión. Evita susurrar y conversar en privado cuando está en grupo. Ofrece el debido respeto a los ancianos y a quienes merecen ser respetados (como eruditos, etc.).
Al-lah Todopoderoso dice: {Convoca al sendero de tu Señor con sabiduría y bellas palabras. Argumenta de la mejor manera} [Corán 16:125]. El musulmán es consciente de esta obligación de convocar a los demás al Islam, y no escatima esfuerzos en hacerlo. Ordena lo que es bueno y prohíbe lo que es malo, y busca la compañía de la gente recta. Visita a los enfermos alegremente, asiste al funeral de su hermano musulmán y acompaña el cuerpo hasta que es enterrado.