Finalizó el mes de Ramadán, esta única y gran época llena de oportunidades para quien sabe aprovecharla y de desgracia para quien se descuidó en ella. ¿Quiénes serán los agraciados a los que se les aceptó el ayuno y las buenas obras que realizaron en Ramadán para felicitarlos? Y ¿Quiénes serán los desdichados a los que se les rechazó lo que hicieron en sus días y noches para consolarlos?
Así es, Ramadán dejó atrás a ganadores y a perdedores, dependiendo de la respuesta que le hayan dado al llamado que se hace al inicio de este sagrado mes en el que se anuncia que las puertas del Paraíso permanecerán abierta y no se cerrarán, instando a la gente que quiera ser merecedora del perdón, la misericordia, las bendiciones y la liberación del fuego, a que obre y se esfuerce más que nunca en el cumplimiento de sus deberes y demás acciones voluntarias (como en el hadiz): “¡Tú! que estás buscando hacer obras de bien, esta es tu oportunidad”. Esos serán los triunfadores.
Pero aquellos que permanecieron sumidos en el letargo, la distracción y el entretenimiento, olvidándose de que ayunar es más que aguantar el hambre, razón por la cual no cumplieron con sus obligaciones para con Dios tal como debe hacerse, e incluso se extralimitaron dejándose llevar por las vías del pecado y la desobediencia a Sus mandatos. O como aquellos que, pese a que no cometieron faltas, dejaron todo para después, y al final no hicieron nada; o como los que se dejaron llevar por la vanidad a la hora de ejecutar obras de bien, manifestando su deseo por el reconocimiento público de su virtud, quebrando de esta manera el principio fundamental para la aceptación de cualquier obra, que es la sinceridad absoluta para y por Al-lah, esos, todos ellos, serán los perdedores y fracasados.
El miedo de que las acciones sean rechazadas
El ejemplo que dejaron los profetas, sus seguidores y todas las personas virtuosas que les sucedieron nos señala el gran esfuerzo y la gran dedicación que ponían en realizar las obras de la mejor forma posible y con la mayor perfección, pero no se confiaban nunca, por lo que no presumían que sus acciones habían sido aceptadas. Y así, después de cumplir con cualquier acto, grande o pequeño, se sumían en súplica rogándole a Al-lah que les aceptara sus buenas obras.
Veamos a Abraham y a su hijo Ismael, que la paz de Al-lah sea con ambos, quienes, cumpliendo aún con una orden divina y en el lugar más sagrado sobre la faz de la Tierra, no dejaban de pedirle a Dios que les concediera Su beneplácito y aceptación; dijo Al-lah: {Y [recuerden] cuando Abraham e Ismael levantaron los cimientos de La Casa, dijeron: "¡Oh, Señor! Acepta nuestra obra. Tú eres el que todo lo oye, todo lo sabe"} [Corán 2:127]. Wahib Bin Al Ward (uno de los alumnos de los tabi’in) lloraba cuando recitaba este versículo y decía: “Abraham, tú el Jalil (el siervo más amado) de Al-lah, aun construyendo la Casa de Al-lah temías que Él no aceptara tu obra”.
La madre de María y abuela de Jesús, la paz y bendiciones de Al-lah sea con todos ellos, pese a que con toda la fe y sinceridad de su corazón ofreció la vida que llevaba en su vientre al servicio total de Al-lah y Su Templo en Jerusalén, temía que no le fuera aceptada su acción, dijo Al-lah: {Cuando la esposa de ‘Imrán dijo: "¡Señor mío! He realizado el voto de entregar a Tu exclusivo servicio lo que hay en mi vientre. ¡Acéptalo de mí! Tú todo lo oyes, todo lo sabes"} [Corán 3:35].
Ibn Mas’ud dijo: “Estar seguro de que Al-lah aceptó de mí una sola acción es más valioso que si me dieran toda la Tierra llena de oro”; y Abu Darda’ dijo: “Saber que Al-lah aceptó de mí una oración es mejor que tener toda la riqueza que hay en este mundo, pues Al-lah dijo: {Dios solo acepta las obras de los que obran con fe sincera} [Corán 5:27]”.
Al-lah describe a Sus siervos sinceros diciendo: {No cabe duda de que aquellos que tienen temor de su Señor, aquellos que creen en los signos de su Señor, aquellos que no dedican actos de adoración excepto a su Señor, aquellos que dan en caridad parte de lo que se les ha concedido, y aun así sienten temor en sus corazones porque saben que comparecerán ante su Señor, ellos se apresuran a realizar obras de bien, y son los primeros en hacerlas} [Corán 23:57-61].
El Imam Ahmad y At-Tirmidhi registraron que Aisha, la esposa del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, reportó que le preguntó sobre a quién se refería Al-lah en lo que dijo: {[…] aquellos que dan en caridad parte de lo que se les ha concedido, y aun así sienten temor en sus corazones porque saben que comparecerán ante su Señor } [Corán 23:60], si a los que se embriagaban o robaban, y él le contestó: “No, se refiere a los que ayunan, oran y dan limosna, pero aun así temen que sus obras no les sean aceptadas, ellos son los que se apresuran en hacer obras de bien”. En base a esto, el gran erudito Al Mubarakfuri en su obra Tuhfa Al Ahwadi Bi Sharh Yami’ At-Tirmidhi dijo: “Son los que dan lo que tienen en sadaqa y hacen obras de bien, pero sus corazones temen que nada les sea aceptado”.
Señales de la aceptación de las obras
Al-lah decidió que la aceptación de las obras fuera algo que solo Él conoce, para que de esta forma la gente suplique con sinceridad su aprobación, de la misma forma que mantiene la puerta del arrepentimiento abierta para que nadie desespere de Su misericordia, rectifique sus errores y se puedan purificar de las faltas; y así también hizo que la forma en que se finalicen las cosas sea lo que cuenta a la hora de obrar, para que de esta manera nadie pueda sentirse superior a los otros, al no saber cuál será su destino final.
Además de lo anterior, hay unas señales que nos indican la posibilidad de que una obra fue aceptada, estas se dan antes y después de cumplir con las acciones de bien. En cuanto a las señales anteriores a la realización de un acto de bien, tenemos:
• El deseo y esfuerzo por que la acción que se haga sea lo más perfecta y completa dentro de lo posible, apegándose por completo a las enseñanzas del profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, respecto a la forma como debe ser hecha dicha acción.
• La intención que se hace antes de realizarla, la cual debe estar totalmente dirigida solo a Dios.
• Buscar volverse y rendirse totalmente ante Al-lah por medio de la acción que se quiere realizar, por ello no alardea ante los demás y no le informa a nadie sobre su propósito.
• Suplicarle a Al-lah Su anuencia para poder llevar a cabo las obras que se quieren realizar.
En referencia a los signos de dicha aceptación después de cumplida la obra, tenemos:
• Lograr alcanzar la Taqwah, es decir lograr la consciencia de que Al-lah está siempre presente, de que, pese a que nosotros no lo vemos, Él sí nos ve y que nos conoce mejor que nadie. Por lo que se genera en la persona una especie de prevención y protección que la ayuda a mantenerse alejada del pecado, sin importar si este es de los capitales o de los menores.
• Que se vea un cambio positivo en la persona, que la hace mejor, más cercana a Al-lah, con más deseo de cumplir con Sus mandatos y de alejarse de lo que prohibió para agradarlo. Por lo que, aquel que no aprovechó la oportunidad que tuvo en Ramadán de fortalecer y corregir su conducta se convierte en uno de aquellos a los que el Mensajero de Al-lah calificó de perdedores: “Es un perdedor aquel que presenció Ramadán y sus pecados no le fueron perdonados”; además, es una ruina total no valorar este tiempo y buscar la misericordia de Al-lah, que es tan fácil de ganar. Por eso es urgente que cada uno de nosotros haga una introspección, ver qué es lo que nos gusta y qué nos desagrada, en qué usamos nuestro tiempo, especialmente el libre, qué pensamos de la vida, sobre qué temas nos gusta hablar, para saber si todo eso es afín a los mandatos de Al-lah y así hacer los ajustes necesarios. Recordemos que {Dios no cambia la condición de un pueblo hasta que ellos no cambien lo que hay en sí mismos}.
• La continuidad y firmeza en las prácticas de adoración y demás obras de bien. Aisha describió así al profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, cuando dijo que él era perseverante en su actuar y que cuando hacía un acto de bien, cualquiera que fuera, no lo abandonaba jamás. Esta es una de las características que más ama Al-lah de Sus siervos, y por eso la mejor acción es la que se hace con continuidad, aunque sea mínima.
• El incremento de la fe y de las obras de bien, toda vez que una buena acción lleva a la realización de otra igual o mejor, y que la recompensa y bendición que se logra por esa forma de actuar hace que la persona busque más. Dijo Al-lah: {[…] a quienes siguen la guía, Él les incrementará su fe y su piedad}; y: {[…] cuando les son recitados Sus versículos les aumenta la fe}.
• La sensación de tranquilidad, plenitud, calma y aceptación llena a la persona. El enviado de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “Las buenas acciones hacen que el creyente sienta felicidad, mientras que las malas lo hacen sentir angustia”. Dice Al-lah: {¿Acaso no he dado sosiego a tu corazón [¡oh, Muhammad!], te he liberado de la carga que agobiaba tu espalda?}.
• Generar la costumbre de mantener la adoración que se hace y las obras de bien como un secreto entre la persona y Al-lah. El creyente debe crear espacios en los que mantenga un ambiente de intimidad con su Creador.
Señales del rechazo de las acciones
Sin lugar a duda hay muchas señales de que las acciones realizadas en Ramadán, incluso el ayuno mismo, fue rechazado. Sin embargo, la más clara es que después de finalizado este maravilloso mes la persona descuida su práctica de adoración y la realización de obras de bien, comete pecados y no le importa su actuar. Dijo Al-lah: {No sean como quien deshace el hilado que había realizado cuidadosamente} [Corán 16:92]; es decir, después de haber mejorado en Ramadán, cuando este mes finaliza, cae en la decadencia, el olvido y el descuido.
Nos refugiamos en Al-lah de la desviación después de haber sido guiados, del pecado después de haberlo dejado y Le pedimos que nos haga de aquellos a los que les ha aceptado sus obras y acciones.