La vida de Nusaibah y su ejemplo como musulmana, esposa y madre, solo puede ser superada por unas pocas mujeres en la historia del Islam.
Ella fue una de las dos únicas mujeres que viajaron con setenta y tres hombres a Meca y juraron ser leales al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, creer solo en Al-lah y no asociar a otros con Él. También prometieron hacer el Yihad en completa obediencia al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam. Esa reunión histórica es conocida como el segundo juramento de ‘Aqabah.
Nusaibah, que Al-lah Esté complacido con ella, conocida como Umm ‘Umarah, fue una musulmana poco usual. Además de ser una piadosa y noble mujer, Umm ‘Umarah, fue también una audaz y valiente luchadora en la causa de Al-lah, y demostró más de una vez ser fiel a su juramento.
Al escuchar que los paganos de Meca se estaban preparando para una gran batalla para tomar venganza por las graves pérdidas que sufrieron durante la batalla de Bader, y que se estaban movilizando hacia Uhud, el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, movilizó a los musulmanes en Medina. Umm ‘Umarah salió con su esposo y sus dos hijos, ‘Abdullah y Habib, que Al-lah Esté complacido con ellos, para unirse a los guerreros. En un principio ella llevaba agua a los heridos y los atendía; pero cuando la batalla arreció y los musulmanes estaban siendo vencidos, ella vio que algunos estaban huyendo del enemigo dejando al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, sin protección, entonces ató su correa a su cintura y, blandiendo una espada y lanzando flechas, atravesó las filas del enemigo y se unió al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam. Ella peleó ferozmente aquel día, acertando golpes fatales a sus oponentes hasta que sufrió muchas heridas, una de ellas dejó una incisión profunda en su hombro y tardó todo un año en sanar. Ella misma relató algo de lo que sucedió durante esa batalla: “Me di cuenta que la gente huía dejando al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, expuesto, quedaron menos de 10 hombres para protegerlo, mientras que otros pasaban por allí vencidos. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, vio que yo no tenía escudo y vio a un hombre abandonando la batalla cargado su escudo y le dijo: ‘Entrega tu escudo a quien está luchando’. Él lo entregó y lo tomé y lo usé para proteger al Mensajero de Al-lah. Pero quienes nos hicieron pasar el peor momento fueron los jinetes, si ellos hubiesen estado a pie como nosotros, los habríamos vencido, in sha’ Al-lah. Un jinete vino hacia mí, pero no pudo golpearme porque me protegí con el escudo. Cuando estaba volviendo, golpeé a su caballo en el tendón y se cayó para atrás. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, gritó (a mi hijo): ‘¡Oh, hijo de Umm ‘Umarah, tu madre, tu madre!’ Entonces me ayudó a matar al jinete”.
Su propio hijo relató después más de su heroica conducta durante la batalla. Dijo: “Fui herido durante la batalla de Uhud, y la sangre no paraba. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo: ‘Venda tus heridas’. Mi madre estaba ocupada luchando contra el enemigo, pero cuando escuchó al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, vino hacia mí trayendo vendajes amarrados en su costado y vendó mi herida mientras el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, hacía una pausa. Entonces ella me dijo: ‘Levántate hijo mío y pelea’. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo: ‘¡Quién puede aguantar lo que tú estás aguantando, Umm ‘Umarah!’ Poco tiempo después, el hombre que me había golpeado venía hacia nosotros, entonces el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo: ‘Aquí está el hombre que hirió a tu hijo, oh, Umm ‘Umarah’. Ella fue hacia él y lo golpeó en la pierna dejándolo arrodillado en el suelo. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, se rió tanto que se vieron sus molares y dijo: ‘Te has vengado, Umm ‘Umarah’. Entonces llegaron más guerreros y mataron al hombre. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, le dijo (a Umm ‘Umarah): ‘Las alabanzas sean para Al-lah, Quien te Ha dado la victoria sobre tu enemigo y te Ha complacido mostrándote su muerte’”.
Unos cuantos meses después, cuando se anunció el llamado para prepararse para la batalla Hamratul Asad, Umm ‘Umarah se alistó pero no pudo continuar porque su herida empeoró y sangraba profusamente.
La batalla de Uhud no fue la única ocasión donde Umm ‘Umarah demostró su valentía. Ella estuvo entre aquellos que hicieron su juramento en Ar-Ridwan para pelear hasta el martirio. Ella también presenció la batalla de Hunain.
Cuando el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, falleció, algunas de las tribus árabes apostataron, y su líder fue Musailimah, el mentiroso. El Califa Abu Baker, que Al-lah Esté complacido con él, reunió a los musulmanes para luchar. Umm ‘Umarah pidió el permiso de Abu Baker para unirse al ejército acompañada por sus dos hijos. “Conocemos tu valentía durante la guerra”, dijo Abu Baker, “ven en el Nombre de Al-lah”.
Esta batalla fue una gran prueba para Umm ‘Umarah. La batalla era dura y ambos bandos estaban dispuestos a ganarla. Ella se mantenía firme, siempre avanzando. Ella había escuchado que su hijo, Habib, había sido tomado prisionero por Musailimah el mentiroso, quien le preguntó: “¿Das testimonio de que Muhammad es el Mensajero de Al-lah?” Cuando dijo que sí, él continuó: “¿Y das testimonio de que yo soy el mensajero de Al-lah?”; él respondió: “No escucho”. Entonces Musailimah comenzó a cortarlo en pedazos, órgano por órgano, hasta que murió, mientras le hacía la misma pregunta una y otra vez, pero él nunca dio una respuesta diferente. Umm ‘Umarah se dirigió hacia Al Iamamah con los musulmanes y participó en la guerra contra Musailimah. Ella estaba ansiosa por ver el final de Musailimah, y fue la voluntad de Al-lah que él fuera asesinado por su otro hijo, ‘Abdullah, y otro compañero. Umm ‘Umarah regresó de la guerra habiendo sufrido 12 heridas de lanza y espada, y habiendo perdido un brazo y a su amado hijo.
Umm ‘Umarah, Nusaibah Bint Ka’b, que Al-lah Esté complacido con ella, fue una mujer veraz en sus palabras, y ocupó un lugar especial en la historia del Islam.