Continuamos extrayendo lecciones valiosas del comportamiento de una creyente, en base a las directrices dictadas por Al-lah, Altísimo, en unas aleyas de Sura Al-Ah-zab, la número 33, en las que Al-lah Describe el modelo que debe seguir la musulmana. El último punto sobre el que hablábamos era la forma en que debe hablar la mujer en presencia de hombres que no son parte de sus Mahram (hombres frente a los cuales puede quitarse el hiyab (velo), como su padre, esposo, hermanos, tíos, sobrinos, suegro, hijos, nietos y yernos). Decíamos que el Islam permite que la mujer tenga vida social, pero esta depende de una serie de principios que aseguran la integridad de la misma mujer, de su familia y la sociedad entera. Todo esto porque dentro de los presentes, puede haber uno o varios hombres que pueden caer presas del encanto de la voz de la mujer, si ella no se cuida de hablar con dulzura y sexapil.
Continuado con las reflexiones, tenemos que luego de que Al-lah Prohíbe que la mujer hable con dulzura, Dice (lo que se interpreta en español): {…hablad pues recatadamente…}, esto para Aclararles que si alguien les dirige la palabra, deben responderle de forma adecuada, hablando normalmente. Esta aclaración la Hace para que no hayan malos entendidos al respecto y se piense que la mujer no puede hablar, o que si lo hace debe ser dura y áspera. Para que esto no suceda la mujer debe seguir tres principios en su forma de hablar, pues la orden de recato no implica únicamente la forma en cómo se expresa, sino que tiene que ver también con las palabras que salen de su boca, estos principios son:
1. Que no sea brusca, grosera o desagradable.
2. Que no sea dulce ni coqueta al hablar, como cuando dice: “Porfis… ay, hazlo por mí…” etc.
3. Que cuando hable con hombres ajenos a ella o frente a ellos, diga solo lo que es necesario, ni más ni menos.
La mujer musulmana debe tener en cuenta siempre estos tres principios para no ser tosca y ofensiva, o dulce y coqueta; por ello, debe limitarse a lo mínimo y no entrar en conversaciones con hombres que no son sus Mahram, por más cercanos que estos sean a su marido o a su familia.
Luego nos Dice Al-lah (lo que se interpreta en español): {…Y mejor permaneced en vuestras casas, [pero si salís] no os engalanéis como lo hacían [inadecuadamente] las mujeres de la época preislámica…}; en este aparte, Al-lah Recomienda que la mujer no salga de su casa si no hay necesidad de hacerlo; en ningún momento es una orden de condena a prisión perpetua, pues a la mujer le está permitido salir toda vez que ella se apegue a las reglas de comportamiento, etiqueta y vista islámicas. Al respecto encontramos un hadiz del Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, en el que nos dice: “No prohibáis que vuestras mujeres hagan su oración en la mezquita; pero sabed que la oración en su casa es mejor para ellas”. [Abu Dawud]
El Islam busca establecer una sociedad sana y equilibrada en todos los aspectos, uno de ellos es el sexual. La humanidad ha vivido y atravesado por periodos a lo largo de su historia que han marcado su desgracia, todo porque las personas no han seguido estilos de vida donde la mezcla entre hombres y mujeres sea reducida al mínimo. La actualidad no es ajena a tantos desordenes y problemas, en los que la peor parte de las consecuencias se las ha llevado la mujer; y que quede bien claro que no estamos hablando de la mujer musulmana, estamos refiriéndonos directamente a la mujer que vive en sociedades occidentales, en lo que se conoce como el “mundo desarrollado” y el mundo “en vías de desarrollo”. Solo nos basta con echar un vistazo a las estadísticas que alarmantemente señalan los altos índices de violencia intrafamiliar, violaciones e injusticia, en todos los ámbitos en los que se desenvuelve la mujer occidental.
Así que, en estas últimas palabras de Al-lah tenemos dos principios básicos para la protección no solo de la mujer, sino de su familia y la sociedad entera, como referíamos con anterioridad. El primero es la permanencia de la mujer en su casa, es decir, que no salga de ella más que por asuntos necesarios; y el segundo, que cuando lo haga cuide su forma de vestir, adornarse y actuar en la calle. Estos tres asuntos deben ser cumplidos, y no uno o dos de ellos; porque puede ser que una mujer use el Hiyab de la forma en que la Shari’ah lo establece, pero su andar, su mirada o sus palabras son motivo de atención y atracción. De esa manera, por más que esté cubierta, está llamando la atención de todos los que hay en su camino. Pero esta aleya señala algo más cuando habla específicamente sobre el comportamiento de las mujeres de la Yahiliah (época preislámica), quienes acostumbraban a andar entre los hombres para llamar su atención. Pero lo más curioso es que Al-lah Señale este comportamiento descarado con la Yahiliah, que en árabe también significa ‘la ignorancia’; es como si nos estuviera diciendo que la mujer que sale descubierta o la que con sus movimientos y palabras llama la atención de los hombres es una ignorante.
Más adelante, Al-lah nos Dice (lo que se interpreta en español): {…y haced la oración, pagad el Zakah…}. En muchas aleyas del Corán, Al-lah Relaciona estas dos formas de adoración, la oración y el Zakah, señalándonos dos aspectos fundamentales en las obras de bien: uno, ser agradecidos con Al-lah y buscar agradarle cumpliendo con nuestras obligaciones hacia Él; y el otro, cumplir con nuestros deberes hacia los demás, esto se logra por medio de estas dos clases de formas de adoración.
Al mencionarse el comportamiento de la mujer en general, Al-lah Hace un llamado a que ella dedique su tiempo en algo bueno y provechoso, nos Dice (lo que se interpreta en español): {…y obedeced a Al-lah y a Su Mensajero…}, sea que esté fuera de su casa, en su trabajo o haciendo algo que debe hacer, o que permanezca en ella; pues muchas mujeres que optan por permanecer en sus hogares pierden su tiempo y descuidan las obligaciones para con sus familias, sentadas frente al televisor o al computador. Si la mujer sale de su casa debe seguir estrictamente las órdenes de Al-lah y de Su Mensajero respecto al recato y comportamiento; pero, de igual forma, en su casa debe seguir estas órdenes cumpliendo con sus deberes, y si tiene tiempo libre debe aprovecharlo en cosas que enriquezcan su conocimiento, fe y adoración.