El grado de desarrollo y progreso de una nación está estrechamente relacionado con el comportamiento, conducta y valores que caracterizan a sus gobernantes y ciudadanos. Por ello, si el comportamiento de la gente se desvía de la virtud y la piedad, el efecto que tendrá sobre el futuro del estado será devastador.
Enfocaremos nuestro análisis desde la perspectiva islámica, para poder vislumbrar la guía establecida por la Shari’ah para prevenir y erradicar este mal, que en la actualidad está consumiendo los recursos y potenciales de todos los países del mundo.
La corrupción estatal
Con frecuencia escuchamos por todas partes que se habla de la corrupción en el estado y sus entidades, razón por la cual la definición que encontramos de este término siempre tiene una relación a los servicios y trabajadores públicos; en el diccionario se define como: En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores.
Cuando los trabajadores públicos utilizan los recursos del estado para su propio provecho o abusan de sus cargos con el mismo objetivo, le han decretado la muerte al desarrollo y fruto de la nación, y su vil comportamiento es prueba fehaciente de la bajeza de su ser y de la corrupción que carcome las bases del gobierno y sus entidades. El pueblo, al ver que esto sucede en su país, pierde por completo la confianza en el aparato estatal y sus funcionarios, pues se cansa de ver promesas incumplidas, de la manera en que se manipula la información para ocultar los desvíos de los fondos estatales, y de cómo sus derechos son violados, al ver que para cualquier trámite tengan que recurrir a las influencias con las que cuentan o a las coimas que hay que pagar a los funcionarios para que cumplan con su deber… Así, la brecha que se abre entre el gobierno y los ciudadanos es muy grande, haciendo que se pierda la confianza y el apoyo mutuo que debe haber entre ellos, lo que genera grandes problemas que al final terminan llevando a todos al atraso y la desesperanza.
El gobierno, como lo propone el Islam, debe velar por que los valores y conducta de sus ciudadanos y funcionarios no se desvíen ni corrompan, por lo que debe estar presente en todas partes, tanto en sus propias instituciones, como en los lugares públicos (parques, centros comerciales, calles, etc.) para guiar y cuidar a su gente de cualquier peligro que atente en contra de la virtud y la moral, tal como nos lo muestra el Hadiz en el que se relata que Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam, en el que una vez en su camino vio una bolsa de harina, introdujo su mano en ella y en el fondo notó que había humedad, entonces le preguntó al vendedor: “¿Por qué está mojada?”. El hombre le dijo: “Llovió y se mojó, oh Mensajero de Al-lah”. El Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam, replicó: “Debiste poner encima todo lo que se había mojado para que la gente lo viera, no esconderlo debajo de lo que estaba seco. ¡Quien nos engaña no es de los nuestros!” [Muslim]
No se trata de crear un estado represivo que espíe a sus ciudadanos en todas partes, pues como nos lo muestra el ejemplo vivo del Mensajero de Al-lah, sallallah 'alaihi wa sallam, él estaba pendiente de lo que sucedía a su alrededor, y cuando veía alguna actitud errada la corregía de inmediato con sabiduría, prudencia y buenas maneras. Es deber del gobierno prevenir el desvío de sus funcionarios, porque esto significa que no solo está protegiendo sus instituciones, sino, además, está velando por la seguridad y estabilidad de todos los que están bajo su responsabilidad. Además, es más fácil para ellos, corregir a los que están más cerca de ellos y cuyo número es menor. Para que esta tarea sea más eficiente, es necesario que se dicten cursos sobre valores periódicamente a los empleados, en los que se busque desarrollar la autosupervisión, para que tengan siempre en su mente que si nadie los esta viendo, Al-lah Está al tanto de todo lo que hacen. Este era el principal medio que utilizaba el Mensajero de Al-lah, sallallah 'alaihi wa sallam, mientras educaba a sus Sahabah (discípulos), que Al-lah Esté complacido con todos ellos, no desperdiciaba ocasión alguna sin que los exhortara y llamara al buen comportamiento y a las nobles virtudes con las que se debe caracterizar todo creyente. Él, sallallah 'alaihi wa sallam, fue bien claro y directo con el vendedor en el mercado mencionado en el Hadiz anteriormente relatado, con pocas palabras le informó que una persona que engañe a los musulmanes no es alguien que pueda formar parte de la sociedad justa, por ser un individuo que atenta contra la armonía y estabilidad de la sociedad. Por ser unos parásitos del sistema, a los defraudadores hay que alejarlos de cualquier trato con las personas.
Maldad y vicios que amenazan a las personas
La corrupción en las oficinas del estado es una clara señal de que la conducta y la moral de algunos de sus empleados se han corrompido; así, nada les importa, para ellos lo único que importa es su propia conveniencia, no cumplen con sus deberes y no son responsables con la confianza que se ha depositado en ellos. ¿Cómo podemos esperar que un país progrese con gente así?
A la cabeza de los vicios que contaminan el comportamiento que conlleva a que haya corrupción en las oficinas del estado, tenemos: la mentira, la trampa, la traición, el engaño y la perversión, entre otros. Cualquier persona que se caracterice con uno o varios de estos rasgos correrá el riesgo de estar convirtiéndose en un hipócrita, como lo menciona el Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam, en el relato que registraron Bujari y Muslim: “Quien posee estos atributos es un total hipócrita; y quien tiene uno solo de ellos tiene trazos de hipocresía hasta que lo deje: Si se le confía algo traiciona la confianza, cuando habla miente, cuando hace un acuerdo lo traiciona, y cuando discute lo hace de manera imprudente, mala y ofensiva”.
Un empleado que se comporte así está llevando a su nación al atraso. Miente y engaña a su jefe y a la gente con la que trabaja o tiene que servir, traiciona la confianza que se ha depositado en él y rompe la promesa que hizo al ser nombrado; además, dependiendo del trabajo y la posición que ocupe, puede ser imprudente, malvado y ofensivo cuando pelea con alguien. Al final, la mentira, la traición y todas estas malas actitudes a las que nos referimos no generan más que desviación y corrupción, lo que lleva a que el país al que se “sirve” termine cayendo en la ruina en todo sentido.