Se narró de parte de ‘Abdul-lah Ibn ‘Amr, que Al-lah esté complacido con él, que dijo: “El Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: ‘Ninguna envidia es aceptable excepto en dos casos: un hombre a quien Al-lah le ha concedido (memorización y conocimiento de) el Corán, con el cual se conduce y el cual consulta durante el día y la noche; y un hombre a quien Al-lah le ha concedido riqueza que gasta (en Su causa) durante el día y la noche’” (Al Bujari y Muslim).
La mala envidia es desear que el favor que se le dio a otro desaparezca, mientras que la buena es aspirar a tener el mismo conocimiento o riqueza que la persona a quien se envidia.
Pasar el tiempo con el Corán día y noche es recitarlo, aprenderlo, y adorar a Al-lah con él; esto puede darse en secreto, lejos de la mirada de la gente. Hacerlo durante el día es actuar de acuerdo al Libro Sagrado en público, delante de los demás y cumpliendo con las órdenes de Al-lah, con el anhelo de ser un ejemplo para todos y recibir la recompensa de aquellos que nos siguen.
El hadiz le da preferencia en su orden a aquel que ha recibido el Corán y actúa de acuerdo a él por sobre el que tiene riqueza y la gasta (en la causa de Al-lah), lo cual denota la superioridad del conocimiento por sobre la caridad. ‘Ali Ibn Abi Talib, que Al-lah esté complacido con él, le dijo a Kumail Ibn Ziad Ibn Nuhail (uno de los tabi’is, fallecido en el año 82 H.): “¡Oh, Kumail! El conocimiento es mejor que la riqueza. El conocimiento cuida de ti, mientras que tú tienes que cuidar a los bienes. El conocimiento es un amo, mientras que a la riqueza se la domina. La riqueza decrece con la caridad mientras que el conocimiento se incrementa al usarlo (o sea, al enseñar)”. La disminución de la riqueza a la que se refiere aquí es la aparente reducción ante los ojos de la gente, pero ante Al-lah se incrementa y se multiplica.
El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, aclaró esto cuando dijo, según narró Abu Kabshah Al Anmari, que Al-lah esté complacido con él: “El mundo es de cuatro tipos de personas: una a quien Al-lah, el Altísimo, le ha concedido riquezas y conocimiento, entonces teme a su Señor con respecto a ellos, mantiene los lazos familiares, y reconoce los derechos que Al-lah tiene sobre él (y los respeta); este está en el mejor rango. Una que ha recibido por parte de Al-lah, el Exaltado, conocimiento pero no riqueza, es sincera en sus intenciones y dice: ‘Si hubiese tenido riqueza habría hecho esto y aquello’; si esa es su intención, su recompensa es la misma de la primera persona (porque aspira a tener lo bueno que tiene la otra persona para también hacer el bien, y no desea que el que fue agraciado con todo pierda lo que tiene). Una a quien Al-lah le ha dado riqueza pero no conocimiento y lo utiliza de forma ignorante, no teme a Al-lah al usarla, no mantiene los lazos familiares y no reconoce los derechos de Al-lah; esa persona está en el peor de los rangos. Y una a quien Al-lah no le ha dado ni riqueza ni conocimiento, pero dice ‘Si hubiese tenido riqueza, habría hecho esto y aquello’; por su intención, ambos serán iguales de pecadores” (Ibn Maya y At-Tirmidhi, quien lo califica como bueno o auténtico).
Aquí el Mensajero de Al-lah descalifica a la última persona por su deseo de pecar en vez de por un favor concedido, como al otro. No hay problema con aspirar a tener lo mismo que tienen otros siempre y cuando no se desee que dejen de tenerlo. Si lo que se envidia tiene que ver con las obligaciones religiosas, como las oraciones o el Zakat, es necesario competir unos con otros por ser mejores, es decir, querer ser como la otra persona, porque si uno no desea eso estará satisfecho con el pecado, lo cual es ilícito. Si el favor que tiene otro está relacionado con méritos, como utilizar la riqueza en caridad y buenas acciones en general, se recomienda la competencia. Si tiene que ver con algún disfrute permisible, también es lícito competir en ello (Ihia ‘Ulum Ad-Din, del gran Imam Al Gazali).
Se narra de parte de ‘Abdul-lah Ibn ‘Amr, que Al-lah esté complacido con él, que el Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “Aquel que recita el Corán es como si se acercara a la misión profética excepto que no recibe ninguna revelación divina; y aquel que recita el Corán y cree que alguien ha recibido algo mejor que él, habrá exaltado lo que Al-lah considera insignificante y le ha quitado importancia a lo que Al-lah ha exaltado. No es digno de quien tiene el Corán comportarse neciamente o enojarse o incurrir en la ira, por el contrario, debe perdonar dada la superioridad del Corán” (At-Tabari).
El Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, recibió la revelación a través de un texto particular: el Noble Corán, y la Sunna de sus palabras. Entonces, aquel que ha recibido el Corán tiene el mismo mensaje que Al-lah, Altísimo sea, le entregó y reveló a Su Mensajero, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, en el mismo texto, con la diferencia de que no recibe revelación divina alguna. Sin duda, los sabios son los herederos de los Profetas: no reciben dinar ni dírham pero se les da conocimiento de acuerdo al cual actúan y lo difunden entre la gente.
Una forma de exaltar a Al-lah, el Altísimo, es exaltar Su Libro (el Corán), y todo aquel que reciba algo bueno debe agradecerle por su gran favor y sentir la magnificencia y grandeza de lo que se le ha dado.
‘Abdul-lah Ibn Mas’ud, que Al-lah esté complacido con él, dijo: “Se le debe reconocer a quien tiene el Corán por su (rezo durante la) noche cuando la gente duerme, por su (ayuno durante el) día cuando la gente no ayuna, por su tristeza cuando la gente se regocija, por su llanto cuando la gente ríe, por su silencio cuando la gente habla, y por su sumisión humilde cuando la gente es arrogante. El que tiene el Corán debe ser obediente e indulgente en vez de duro, desagradable en su voz como un burro ruidoso o una persona obstinada”.
Una persona de bien una vez dijo: “He aprendido que aquel que tiene el Corán será cuestionado de la misma forma que lo serán los Profetas (en el Día del Juicio). En un noble hadiz el Profeta le prohibió a la persona del Corán comportarse de forma necia, enojarse o dejarse llevar por la ira; por el contrario, le ordenó practicar el perdón y la tolerancia. Esto es mantener un buen carácter y moral, y tener buenos modales. Así era el Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, tal como lo describió ‘Aisha, que Al-lah esté complacido con ella, la Madre de los creyentes, cuando dijo: “Su carácter era (la aplicación de las leyes e instrucciones de) el Corán” (Muslim, Ahmad y Abu Dawud).
Ya que la moral y carácter del Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, eran (la aplicación de) el Corán, ahora que el Libro Sagrado está entre nosotros tenemos el deber de conducirnos de acuerdo a sus modales, los cuales están descritos en el mismo.