En las sociedades demográficamente islámicas existe un eslabón perdido que apenas logramos reconocer en otras sociedades que se fundamentan en la ciencia y el conocimiento, pese a que este enlace es uno de los principales puntos sobre los que se fundamenta nuestro resurgimiento y renovación como civilización. Este eslabón no es otro que aquellos sabios que lograron unir el conocimiento y la cultura islámica con la occidental. Sabios así nos hacen mucha falta, sin ellos no podremos ascender como sociedad, pues su sabiduría es la luz que nos muestra el camino a seguir.
Lastimosamente, nos encontramos entre dos polos opuestos, por un lado, un grupo que se ha educado en la cultura árabe únicamente, por lo que ignoran completamente muchos de los eventos y descubrimientos actuales en todas las ciencias y artes. No conocen a los grandes pensadores, escritores, poetas y científicos occidentales, solo lo que leen por ahí en artículos insignificantes. Por el otro, tenemos a aquellos que se han educado solamente en la cultura occidental, conocen las últimas teorías sobre la naturaleza, la química y las matemáticas. Están al día con las últimas publicaciones y dominan la filosofía, desde sus inicios hasta nuestros días, pero ignoran hasta lo más mínimo de la cultura islámica, tanto así que cuando se les menciona nombres de sabios musulmanes muestran señales de sorpresa en sus rostros, como si se les estuviera hablado de seres extraterrestres; aseguran no saber nada de ellos y que lo que se les dice sobre esos eruditos no beneficia en nada.
Hace poco hablaba con unos profesores sobre Al Biruni, matemático, astrónomo, geógrafo, físico, filósofo, viajero, historiador y farmacéutico musulmán, quien murió en el año 440 de la Hégira (1049). Él formuló grandes teorías en la matemática y la astronomía; el famoso orientalista alemán Edward Sachau dijo que fue una de las mentes más brillantes en todas las épocas, por lo que invitó a establecer la fundación “Al Biruni”… La gran mayoría de esos profesores reconocieron que nunca habían oído de él, y que jamás habían leído sobre él. Pero ellos sí sabían bien quiénes eran Descartes, Bacon, Hume y John Stuart Mill. Esto sucede porque todo lo que conocen de la civilización y cultura islámica se resume en lo poco que se menciona en los textos que estudiaron durante su bachillerato.
Estos dos polos extremos y opuestos están representados por los graduados de las facultades de ciencias islámicas en las universidades del mundo árabe y por los que se han titulado en universidades y colegios de fachada “progresista” en los países demográficamente islámicos o en países occidentales.
El problema no radica en lo que han aprendido en sí, sino en el conocimiento que les hace falta y que hace que los escritos, investigaciones y enseñanzas del primer grupo no corresponda con la realidad actual, haciéndolos aburridos y rechazados por la gente, pues su forma de razonar es necia. Alzan sus voces quejándose de la gente porque no los escucha y la gente se queja de ellos porque no enseñan nada nuevo, no muestran el pasado de manera atractiva y sus enseñanzas están lejos de su vida y realidades. Así, ellos se alejan de la gente y la gente se aleja de ellos.
Los segundos no son capaces de producir algo que se acerque al modo de vida y costumbres de la sociedad islámica, sus enseñanzas carecen del espíritu islámico. Sus escritos y traducciones son ajenos al entendimiento de las personas, las confunden y desvían, llevándolas a la decadencia.
Las consecuencias de este desfase es que la literatura, las ciencias y la filosofía islámica han sido abandonadas y nadie se beneficia de ellas. Están a la espera de una nueva generación que la descubra y renazca de ellas, y que formule enseñanzas acordes con la vida de las personas. A los orientales (específicamente los que viven en países demográficamente islámicos) se les negó el acceso a los saberes occidentales de forma pedagógica, pues solo conocen algunas cosas que leen en redes sociales, revistas y periódicos que leen superficialmente.
La razón de la pérdida de este eslabón tan importante es que el sistema educativo en los países demográficamente islámicos se ha bifurcado en dos líneas paralelas que nunca se encuentran, la primera representa la educación islámica y la segunda la educación secular. Lastimosamente, no existen esfuerzos serios para que estos dos sistemas se encuentren.
No hay esperanza de una renovación y un resurgimiento, a menos que se encuentre este eslabón que fusiona la riqueza cultural de ambos lados, para producir obras literarias, ideas filosóficas y ciencias que son alimentadas por el sistema islámico y el sistema laico, donde el idioma árabe y la creencia islámica mantenga su esencia con fuerza. Se debe aprovechar la manera atractiva en que los occidentales generan contenidos interesantes y entretenidos.
Si lo anterior se logra, es decir la fusión de ambas partes, se conseguirá que el estudio de la historia islámica sea atractivo y motivador, la literatura sería presentada de manera innovadora y entendible, lo cual atraerá al público, y la filosofía islámica será estudiada con profundidad y contemplación; esto, sin lugar a duda, permitiría el surgimiento de mentes brillantes.
Podemos ver algunos ejemplos del resurgimiento que esperamos en el trabajo realizado por algunos de nuestros hermanos en la India, quienes innovaron en la preparación de material intelectual islámico uniendo lo tradicional con lo moderno, pero manteniendo el espíritu islámico más vivo que nunca, produjeron obras maravillosas en el Fiqh y demás ciencias del Islam, con un idioma actual. Encontramos grandes sabios como Amir Ali y Muhammad Iqbal, quienes lograron llenar de amor por sus libros a los jóvenes y despertaron en ellos el deseo por la lectura. Ayudaron a esta generación a investigar y profundizar en el por qué Iqbal contradice puntos filosóficos establecidos por Kant, a hacer una comparación y una analogía entre su religión y las demás para que se aferre a la suya con fuerza. Refuta la idea utópica del amor propio de Goethe y marca las diferencias que hay entre el Islam y las sectas mu’tazila y el sufismo. De esta manera se encamina en el análisis para producir sus propios conceptos, tal como lo hacen los occidentales.
Nuestros hermanos indios lo hacen en inglés, por lo que dicho enfoque no se puede ampliar a las sociedades en las que se habla árabe. Debemos esperar que este eslabón aparezca en el mundo árabe para que fomente el renacimiento cultural y social basado en los vestigios de los primeros musulmanes, para que de esta forma se pueda romper la brecha que separa Oriente de Occidente y se logre el equilibrio.