Pregúntale a cualquier musulmán quién es su modelo a imitar y, antes aún de nombrar a sus padres, él dirá: “el Profeta Muhammad, sallallahu alaihi wa sallam”. Sin duda, él es el mejor ejemplo a seguir; un hombre como nosotros a quien se le reveló el libro sagrado y cuya obediencia a Al-lah no tiene paralelo. Deseamos conducirnos como él lo hizo y llegar a un nivel de piedad inspirado en el suyo.
Sin embargo; luego miramos a nuestro alrededor y vemos celebridades y modelos de vida que no tienen nada que ver con ser musulmán. Sus logros son enumerados, su estilo es pintado como glamoroso y son retocados para simular gran personalidad y ser modelos de vida ante nuestros ojos. El musulmán en nosotros a veces se avergüenza y se esconde ante otros que no tienen nada en común con el ejemplo de vida que decimos seguir.
Vemos a una estrella popular y decimos: ella es bella, tiene una carrera millonaria, es una gran madre y es humanitaria, o decimos: ¡Waw! Ese hombre con figura tan esbelta, gana millones y trabaja tan duro para erradicar la pobreza. Los miramos y decimos: me gustaría ser así un día, a pesar que sabemos que tienen graves defectos –vestir provocativamente, burlarse de la religión y muchos otros- pero, de alguna forma, eso palidece ante las cosas positivas que elegimos ver. Empezamos a idolatrarlos; imitamos su estilo e ideas, y dentro de nuestro corazón sabemos que errado modelo a seguir son para nosotros como musulmanes, pero no encontramos hoy a ningún musulmán tan grande como ellos.
A este punto nos preguntamos si alguna vez nos acercaremos siquiera al grado de nuestro querido Profeta Muhammad, sallallahu alaihi wa sallam, quien era el epítome del éxito, y nos duele que se sienta tan inalcanzable. Pensamos… ¿Cómo puedo yo, sólo un chico o una chica, ser un gran musulmán y seguir sus pasos? Y nos olvidamos que hay muchos otros modelos a imitar que nos mostraron el camino para seguir al modelo perfecto de vida, el Profeta Muhammad, sallallahu alaihi wa sallam.
No recordamos al joven que lideró un ejército para defender su fe en tierras lejanas. Nos olvidamos de la sorprendente niña que se convirtió en uno de los eruditos religiosos más grandes de todos los tiempos. No imitamos a los hombres y mujeres de nuestra fe: los Abu Bakr, los ‘Umar, los ‘Uzman, los ‘Ali y las Jadiya, Fátima, ‘A’ishah y Asma’. Historias de gente ejemplar que llevó vidas ejemplares: la reina que desafió al Faraón al creer en un solo Dios, el niño que aceptó dar su vida como sacrificio de su padre para Al-lah o la gente que deliberadamente se lanzó al fuego para salvaguardar su fe en su Señor; todos ellos se encuentran perdidos en nuestra historia. Por eso, hoy no tenemos a nadie para seguir o emular porque nuestros cuentos de cuna no fueron sobre ellos sino sobre personajes de Disney.
A pesar que es verdad que podemos, sin pretensión, vanagloriarnos de magníficos individuos que enriquecen nuestros anales con su presencia, la juventud de hoy necesita saber que gente como ellos camina entre nosotros hoy también. Necesitamos líderes que practiquen el Islam con fervor y tengan éxito en este mundo también. Si no vemos ningún modelo a seguir en estos días y época, llegaremos a la conclusión que el Islam no se puede practicar en estos tiempos, y nada puede estar más lejos de la verdad.
Pero, mientras los Mus’ab Ibn ‘Umair, Al Jansa’ y otros existieron como modelos de vida, hoy en día echamos en falta personajes musulmanes que practican su fe orgullosamente y además aportan al mundo material en una era de constantes avances en la tecnología y el progreso. En contraste, nuestro pasado reciente está pleno de musulmanes que no practicaron su fe y fueron destruidos por sus faltas.
No tenemos a nadie en las últimas décadas a quien podamos, como jóvenes, admirar por sus habilidades o conocimiento científico, o mujeres con velo que hayan demostrado que el éxito viene al practicar el Islam. Entonces, sucumbimos a la visión prevaleciente de que se necesita dejar a la religión de lado para tener éxito, tal como lo hacen las decenas de miles de ídolos populares de hoy.
Muéstrenme hoy un musulmán que trabaja por el éxito en la religión y en lo mundanal sin comprometer la religión y yo les mostraré las masas de jóvenes que se apresurarán a ser como él. Idealmente, in sha Al-lah, como nuestro ejemplo de vida, el propio Profeta Muhammad, sallallahu alaihi wa sallam.