Muy pocos discutirán las bendiciones de la maternidad. Quienes son lo suficientemente afortunados para pasar algo de tiempo en el hogar con sus hijos antes de regresar al trabajo, te dirán que realmente disfrutaron las primeras sonrisas, los primeros pasos, los primeros días de escuela. O quienes disfrutan de regresar a casa y ser recibidos por un niño amoroso con los brazos abiertos o con besos para su madre cuando lo recoge de la escuela.
Es una agradable sensación que se desea experimentar. Ser madre es recompensado y puede ser divertido y agradable. Sin embargo, debemos ser realistas. Como una madre me dijo recientemente: “Estoy a punto de tirar la toalla en esto de ser mamá”. Ella se refería al trabajo de ser una mama casera. Ahora, uno se podría preguntar: ¿Por qué ella diría tal cosa?
Bien, algunas de ustedes sabrán exactamente sobre lo que ella está hablando. Pueden estar de acuerdo en lo que respecta al lavado de la ropa, los trastos, el secado de la ropa, la ropa que se tiene que recoger del lavado en seco, y las cientos de otras cosas que tienes que hacer esta semana. Otras, tal vez no comprendan lo que esto signifique. Permítanme aclararlo.
Para muchas madres, ya sean primerizas o no, una cosa es cierta: ya no somos nuestra prioridad. Nuestros hijos y nuestras familias se convierten en nuestras principales prioridades. Eso significa que antes de poner un bocado de comida en nuestras propias bocas, nos aseguraremos de que nuestros hijos tengan comida; eso significa que antes de salir a comprarnos esas hermosas botas nuevas de cuero, nos aseguraremos de que nuestros hijos tengas zapatos confortables. Ya no somos más nuestra principal prioridad. Conozco madres que han tenido que escoger entre comer o bañarse cuando sus hijos pequeños están tomando una siesta o están distraídos. Esta es una difícil decisión y ninguna es la opción correcta. La verdad es que todo es relativo y depende de lo que más necesites en ese día en particular.
Recuperar tu cuerpo
Ya que las nuevas madres pasan la mayor parte de su tiempo atendiendo a sus hijos, tienen menos y menos tiempo para dedicarse a sus dietas y ejercicios. Esto lleva no solo a perder de vista su propio bienestar y salud, sino que a veces más bien contribuye a que ganen peso y tengan una mala salud.
Sin embargo, como musulmanas bien preparadas, es nuestra obligación presentarnos en nuestra mejor apariencia ante la sociedad y ante nuestras familias. Más aún, debemos desear vernos de la mejor manera. Desafortunadamente, sin embargo, algunas madres entran en una especie de depresión, una depresión que las alcanza poco después del parto y que a veces las acompaña por varios años. Ellas tienen muy poco tiempo para ocuparse de sus pequeños hijos y de ellas mismas, así que comienzan a descuidarse de ellas. Tras el nacimiento del bebé, el cuidado de la belleza de la madre, e incluso su rutina de limpieza, se interrumpe casi de inmediato. La clave es reiniciarla lo más pronto posible.
Generalmente, son las pequeñas cosas las que cuentan. Puede que no seas capaz de llevar a cabo toda tu rutina de actividades, pero si existe alguna cosa que sea importante para ti, haz de ella una prioridad e imagina una forma de incorporarla en tu nueva vida. Una amiga mía tiene cuatro niños y aún consigue darse un tiempo diariamente para ir al gimnasio. Su esposo está ocupado con su trabajo, él viaja mucho, ella tiene un horario agitado, pero su rutina de ejercicios es importante para ella y le da prioridad para asegurarse de que le dedicará una hora diariamente. Esta es la modificación que ella hace para recuperar su cuerpo.
Otras mujeres que pueden haber sido madres por varios años notan que, después de haber pasado más de la mitad de sus vidas cuidado de sus hijos, han descuidado sus propios cuerpos. Ahora, ellas están con sobrepeso y son pasadas por alto. Muchas de esas mujeres se encuentran a sí mismas un una situación extraña y desagradable; ellas han pasado tanto tiempo cuidando del resto de la familia que no tuvieron tiempo para pasar consigo mismas. Ahora que tienen un minuto para examinarse, puede que no les guste lo que ven. Desafortunadamente, en algunos casos, a sus esposos tampoco les gusta lo que ven. ¿Qué hacer en tales situaciones?
Levanta tu espíritu
Para las principiantes, no se desesperen. Muchas mujeres de 30, 40 y 50 años de edad ven que se están poniendo más viejas días tras día; algunas toman las riendas de su vida y otras dejan que ella las controle. El tomar control de nuestras vidas y nuestros cuerpos exige mucho autodominio y fuerza de voluntad; podría ser sabio tomar las riendas y recuperar nuestro cuerpo levantando nuestra energía y nuestro espíritu. Una vez que nos mentalizamos a perder peso, comer sanamente, ejercitarnos regularmente, bajar nuestro colesterol, mejorar lo que sea que necesite una mejora, podemos comenzar a hacer una diferencia en nuestra apariencia, así como en nuestra salud mental y espiritual.
Algunas mujeres sufren mucho psicológicamente debido a que sus cuerpos cambian de forma y apariencia con el paso de los años. A causa de esto, se han distanciado de sus esposos dedicando más tiempo y energía al cuidado de sus familias y sus hogares. Cuando llega momento de tomarse un respiro de las tareas y diligencias cotidianas del hogar (cuando los hijos se hacen mayores), las mujeres se dan cuenta de que están en una situación en la que no saben cómo reconectarse con sus esposos, quienes las encuentran “no de la forma en que las dejaron”. Eso significa que las mujeres no lucen como lucían antes de tener hijos, antes de llegar a los 40 ó 50 años, antes de alcanzar la menopausia. (Por supuesto, los hombres tampoco lucen iguales, pero todos sabemos que los estándares son diferentes para los hombres y las mujeres.)
Así pues, la mujer parece terminar en un predicamento. Cuando finalmente otra vez tiene tiempo para su esposo, puede que él no esté interesado en ella. Antes de que ella pueda comenzar a hacer un rejuvenecimiento físico, debe rejuvenecer su espíritu. Sin ese rejuvenecimiento mental y espiritual, no importa cuánto traten de mejorar sus cuerpos, no se sentirán mejor consigo mismas.
Rejuvenece el apoyo marital
No hay mejor forma de preparar tu cuerpo que con algo de apoyo. Ya sea con una amiga que vaya al gimnasio contigo o un esposo que te anime a ir al gimnasio, ese empujón extra afianza la moral y la confianza. Aquí te presentamos unos cuantos consejos para animar a tu esposo a animarte:
· Ejercítate regularmente en tu casa antes de pedir inscribirte a un gimnasio, para mostrar consistencia y dedicación.
· Hacer caminatas con los niños; utiliza objetos del hogar como pesas; consigue DVD baratos de ejercicios.
· Cocina comidas saludables y sabrosas que toda la familia pueda disfrutar. Da un buen ejemplo.
· Enseña a tus hijos que ejercitarse y comer saludable es esencial; ellos aprenderán buenos hábitos y los transmitirán en el futuro.
· Mantén a tu familia activa. Haz caminatas nocturnas frecuentes o los fines de semana con tu esposo y/o los niños. Haz de esto un asunto familiar. Piensa en parques, días de campo, excursiones, etc., todo menos el centro comercial. Ejercitarse no tiene por qué ser aburrido o solitario.
En muchos casos, después de ver este compromiso, nuestros esposos estarán más dispuestos a animarnos a continuar nuestros buenos hábitos. Además, sus cumplidos y halagos pueden ser justo lo que necesitamos para darnos una carga emocional.
Y si por alguna razón no consigues todo el apoyo y ánimo que quieres, recuerda que estás haciendo esto primeramente por ti misma. Es nuestra responsabilidad y nuestro derecho cuidar de nuestro cuerpo. Es nuestro deber estar limpias, arregladas y presentables, sea o no apreciado por alguien más. Al-lah siempre lo Aprecia y siempre lo Nota. Sé buena contigo misma por la causa de Al-lah.