La historiadora británica Karen Armstrong dijo sobre la reconquista de Jerusalén:
“El 2 de octubre de 1187, Saladino y su ejército entraron a Jerusalén como conquistadores, y por los 800 años siguientes Jerusalén permaneció como una ciudad musulmana… Saladino guardó su palabra, y conquisto la ciudad de acuerdo a los más altos ideales islámicos. Él no se vengó por la masacre de 1099 (encontramos en el Corán: {Sé paciente y sabe que la paciencia es una virtud que Al-lah concede a quien Le place. No te apenes [por la incredulidad de tu pueblo] ni te angusties por lo que traman} [Corán 16:127]), y a la hora que las hostilidades terminaron él frenó la matanza y el genocidio al que había sido sometido por tantos años esta región (en el Corán se menciona: {Combatidlos hasta que cese la sedición y triunfe la religión de Al-lah; pero si dejan de combatiros, que no haya más enemistad, excepto con los agresores. Si os combaten en un mes sagrado, combatidlos y aplicad la ley del talión; así pues, si os agreden agredidles en igual medida. Temed a Al-lah y sabed que Al-lah está con los piadosos} [Corán 2:193-94]). Ningún cristiano fue asesinado durante la reconquista y no hubo saqueo” .
P.H. Newby dijo:
“Los cruzados se fascinaron con el líder musulmán que poseía virtudes que suponían ser cristianas. Para ellos, para sus contemporáneos musulmanes y para nosotros, todavía sigue siendo extraordinario que en tiempos tan duros y sangrientos como aquellos, un hombre con tanto poder no se hubiera dejado llevar por el deseo de venganza” .
La Segunda Cruzada:
La Segunda Cruzada fue iniciada por Bernardo de Claraval en directa respuesta a los musulmanes seléucidas quienes habían recuperado el condado de Edesa y liberado sus tierras y gente. Bernardo de Claraval, monje que dirigió la orden de Císter, la cual influyó fuertemente la cristiandad durante su época, declaró al lanzar la Segunda Cruzada: “El cristiano se glorifica con la muerte de un pagano (obviamente se refería a los musulmanes y judíos), porque de ese modo Cristo mismo es glorificado” .
Los musulmanes seléucidas salvaron a todos los territorios islámicos de la extinción total, en lo que respecta a la masacre que al por mayor propagaban los cruzados de las poblaciones de Maarat An-Numan (Arra), Antioquía y Jerusalén. Cuando ellos, los cruzados, conquistaron el pueblo de Tanis al Este del delta del Nilo, ellos literalmente mataron a los habitantes que resultaron ser cristianos coptos. Hasta sus hermanos no pudieron escapar de su brutalidad desenfrenada, de la matanza y la rapiña. Muchas atrocidades fueron cometidas en contra de los judíos en Maguncia, Colonia y Estrasburgo. El colapso de la Segunda Cruzada causó una profunda consternación. Ellos trataron de atacar Damasco, pero por falta de confianza entre sus aliados, falló dramáticamente. Las atrocidades cometidas en esta segunda campaña siguen comprobando el por qué las cruzadas son tomadas como una de las guerras más bárbaras.
La tercera cruzada
Esta cruzada, conocida como la cruzada de los reyes, fue concordada por el rey Enrique II de Inglaterra y el rey Felipe II de Francia, quienes, motivados por su fanatismo religioso, dejaron de lado sus conflictos y se unieron en un intento para recuperar Tierra Santa, que había sido liberada por Saladino años atrás. Tras la muerte de Enrique II, Ricardo Corazón de León, quien lo sucedió, y Felipe II asediaron la ciudad musulmana de Acre. La ciudad fue finalmente asediada en 1191.
Ricardo encarceló a los soldados musulmanes, incluyendo a sus esposas e hijos, y anunció un intercambio de prisioneros. Este intercambio no se llevó a cabo, así que Ricardo ordenó la ejecución de 3.000 soldados musulmanes junto con sus esposas e hijos enfrente de Saladino y su ejército. Este acto feroz cometido por este rey revela la bajeza de los líderes cristianos, quienes eran unos fanáticos desenfrenados que arrasaban lo que se les ponía en frente de ellos, para así saciar su deseo de poder y dinero.
Aunque durante esta cruzada se logró avanzar muy adentro de las tierras que los musulmanes habían recuperado y liberado de los primeros cruzados y del Imperio Bizantino, no alcanzó su principal objetivo, el cual era recuperar para la cristiandad la ciudad santa de Jerusalén y acabar con todos los “infieles” que en ella vivía, es decir, con los musulmanes y los judíos. Pues el intento de unirse con el Sacro Imperio Romano Germánico, gobernado por Federico Barba Roja, falló cuando las tropas que envió el emperador Federico, las cuales cruzaron a través de Anatolia, se ahogaron antes de llegar, factor que hizo que los sobrevivientes regresaran a sus hogares.
Al ver que no se pudo llegar a Jerusalén, y luego de varios enfrentamientos, finalmente Ricardo y Saladino firmaron un tratado en el cual se estableció que Jerusalén seguiría bajo el control islámico, y que los musulmanes permitirían a los cristianos europeos y orientales visitar la ciudad en peregrinaje.
En 1198 el nuevo Papa, Inocencio II, buscó el apoyo de los monarcas europeos, quienes se encontraban sumidos en disputas internas y con sus vecinos, para lanzar una cuarta cruzada que buscaba, como la anterior, recuperar a Jerusalén. Sin embargo, por problemas de logística, la falta de apoyo y otra serie de inconvenientes que se dieron, esta empresa fracasó, así que se desvió hacia Constantinopla, ciudad capital del Imperio Bizantino (cristiano de Oriente), la saqueó y se apoderó de ella.
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1- Karen Armstrong, Holy War, p. 185.
2- Newby, P. H. Saladin in his Time, 1992. Dorset Press, New York.
3- Haught, Holy Horrors, p. 26.